La falsedad de las prohiciones

¿De qué sirve decretar prohibiciones, como la de circulación dos personas en una moto, si el irrespeto parece ser la norma en la sociedad ecuatoriana?
Una de las tantas prohibiciones que existen en el país, en pro de recuperar la seguridad ciudadana, es la de que circulen dos personas en una moto. Aunque rige desde junio de 2022 con el fin de frenar los asesinatos al estilo sicariato y los asaltos, no hay ningún respeto ni por esta ni por otras normas generales porque los agentes de tránsito no las sancionan, como tampoco las hacen cumplir los policías y los guardias privados.
Amparados en el descontrol y el quemeimportismo, que abonan al miedo, los dos en moto ingresan libremente a los parqueaderos de los centros comerciales de Guayaquil, Durán y Samborondón para asaltar con armas de fuego a los visitantes, a plena luz del día y a pocos metros de los custodios de esos espacios cerrados.
La inseguridad, específicamente en la Zona 8, ha alcanzado niveles insospechados, por lo que los ciudadanos ya no se sienten seguros ni en los ‘malls’ ni en otros sitios privados, aunque vean a los guardias haciendo revisión en las puertas de ingreso y con detectores de metales.
La pregunta que deben responder las autoridades es: ¿de qué sirve poner en un papel las prohibiciones si en la práctica hay un irrespeto absoluto a las disposiciones locales y nacionales? La cultura de no seguir las normas es lo que manda en la sociedad ecuatoriana y complica aún más la aplicación de cualquier disposición nacional o local. Las autoridades deben tener claro que el crimen organizado y la delincuencia común no respetan prohibiciones, pero sí se aprovecha de ellas para conseguir sus fines malsanos, cualquiera que estos sean.
Si dos hombres en moto encañonan a los clientes en un centro comercial, con los guardias y cámaras de vigilancia, qué pueden esperar quienes acuden a otros espacios que no tienen nada de lo anteriormente mencionado.
La realidad es que la seguridad es una quimera en el Ecuador, porque los cuerpos de seguridad no han logrado imponerse, pero tampoco reciben ayuda de los demás actores de la sociedad que tienen la obligación de proteger a los ciudadanos. La desunión y el trabajo aislado, que puede ser loable pero insuficiente, son los impedimentos para recuperar la paz y la tranquilidad en el territorio nacional.