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Una tributación a discreción

Avatar del Rosa Torres Gorostiza

El Estado aumenta la recaudación tributaria, pero la población no recibe los beneficios de estos incrementos en ningún sector. Nada ha cambiado

Llevamos décadas hablando de que en el país falta una cultura tributaria, de que hay que crear conciencia en los contribuyentes para mejorar las recaudaciones, para disminuir el déficit presupuestario, para mejorar las finanzas públicas, pero la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿qué nos está dando el Estado a los contribuyentes por el dinero que entregamos?

El sentimiento general de los aportantes es que se paga mucho y se recibe poco, o nada, porque por un lado los recursos del Estado alimentan a las mafias enquistadas en las entidades públicas y, por otro, existe una ineficiente y mala distribución del dinero, que redunda en desperdicio, inequidad, descontrol y descuido.

El último informe del Servicio de Rentas Internas celebraba el aumento de la recaudación tributaria de enero a julio de este año, en un 29,7 % frente a igual período del 2021, al situarla en 10.490 millones de dólares. Y precisaba que el volumen de ventas, de 104.000 millones, que mejoraba las cifras, era una muestra de la recuperación económica del país.

Si las cifras son tan buenas, si ese volumen es el mayor registrado en el mismo período en los últimos cinco años, por qué esa bonanza no llega a la población en una eficiente asistencia sanitaria, mejores ejes viales, atención a la infraestructura educativa, renovación de los equipos de la fuerza pública. ¿De qué sirven los incrementos del fondo tributario, que no son una novedad porque la última reforma obliga a pagar más a los contribuyentes, si las escuelas siguen desatendidas, si no hay medicinas en los hospitales, si siguen faltando jueces y fiscales, si no hay vehículos ni combustible para los patrullajes policiales y militares?

Y no es que la recaudación tributaria haya aumentado porque hay más personas pagando impuestos, porque finalmente se haya alcanzado aquella cultura que tanto anuncian y anhelan los presidentes cuando se posesionan. En el país, la facturación y tributación continúan siendo a discreción, más que nada en los profesionales de libre ejercicio (arquitectos, ingenieros, médicos...), en los comercios, en los restaurantes, que solo entregan facturas cuando el cliente lo exige. Ecuador es el modelo de la incultura permanente.