Rubén Montoya: No lo somos, pero…
Tal vez no seamos un narcoestado. Pero llevamos años haciendo méritos para que nos consideren un narcoestado
Se ha molestado nuestro ministro de Defensa por la aseveración de un reportaje publicado en The Economist que califica a Ecuador como un “narcoestado”. No es su enojo lo que me preocupa, sino su modo de contradecir a la revista británica: harta indignación verbal. Y cero datos.
El reporte no da información desconocida (salvo que las Galápagos son centro de reabastecimiento de buques con contrabando) pero la interpreta con dureza. ¿Somos un narcoestado? Quizás no de modo consolidado, pues no somos el Afganistán del opio y los talibanes que le sacan provecho; ni el México de los carteles que ponen de rodillas cuando les da la gana a las instituciones, incluido el aparato ejecutivo, algunos de cuyos miembros (gobernadores, alcaldes) son parte de su nómina. No seremos ellos, pero llevamos años haciendo méritos para que nos consideren un narcoestado “en vías de desarrollo”. …
El ministro reconoce que podría haber infiltración del narco en la Justicia o la Legislatura (algo que todo Ecuador sabe, menos él) pero dice que mientras no la haya en el Ejecutivo no seremos narcoestado. ¿Ingenuo?
Me parece que no solo esa infiltración del crimen organizado (droga, tráfico de personas, lavado) define a un narcoestado, también lo hace su penetración en las actividades de desarrollo o en los ámbitos sociales más cotidianos. Hace poco un estupendo esfuerzo periodístico de varios medios (Plan V, GK, La Barra Espaciadora…) mostró cómo el narco ha entrado desde el 2010 en la contratación pública: ya lleva cien contratos firmados. Corrijo: solo son 97.
Y cuando barrios enteros en Guayaquil pagan vacunas para sentirse ‘seguros’; y cuando en Durán a diario hay muertes violentas por la lucha entre mafias; y cuando se vuelven parte del paisaje las masacres penitenciarias, también mostramos síntomas que confluyen a la posibilidad que nos cuesta aceptar.
Frente a eso, urge una política de Estado o seremos México. Como mínimo. Urge una red de acciones compleja, abarcadora, consensuada socialmente. O lo único que nos quedará serán funcionarios indignados, carentes de datos y llenos de adjetivos. Ingenuos, quizás. Inoperantes, seguro.