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Rubén Montoya: Alondras y cacatúas

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... me parece una majadería ofender a un símbolo patrio, aunque no creo que deba restringirse la libertad de hacerlo

¿Qué es la ley sino un límite? Un marco en el cual podemos movernos, sin traspasarlo. No puede haber, entonces, un ejercicio indiscriminado de los derechos. Hay límites. Pero atención: deben estar establecidos previamente.

¿Cuál es el límite de la libertad de expresión? Si, en principio, el derecho de un individuo se agota cuando agravia el de otro, ¿cuándo termina su libertad de decir lo que piensa? ¿Se extingue cada vez que alguien se sienta agraviado por sus opiniones?

No es sencilla la respuesta. No lo ha sido en el inacabado debate que sobre libertad de expresión aún tienen las democracias. En España, por caso, en el 2020 y por apenas un voto de diferencia, el Tribunal Constitucional dictaminó que ultrajar la bandera es un delito. Cada sociedad tiene acervos culturales que marcan su conducta, sus costumbres, su sentido de tolerancia. En Ecuador, aún nos debemos una larga conversación social sobre el ejercicio de derechos y responsabilidad para ejercerlos.

Yo formaría parte de los jueces que ‘perdieron’ el debate en España: me parece una majadería ofender a un símbolo patrio, aunque no creo que deba restringirse la libertad de hacerlo: la estupidez no es un delito. Burlarse de algo sagrado para una colectividad revela la estulticia de quien lo hace. Pero también el del respeto de una sociedad (madura) a las críticas, incluso las más tontas o groseras.

Creo que los límites a la libertad de expresión deben ser lo más amplios que se pueda permitir, porque en su reverso están la censura, la persecución, el totalitarismo, el abuso del Poder. Imagínense a un tonto de presidente, solo imagínenselo, mandando encarcelar a un joven porque al paso de la pomposa caravana le hace una ‘yuca’…

Quemar una bandera o burlarse de un himno es un exceso que tolero; un precio altísimo y necesario para pagar por el ejercicio de un derecho humano sustancial y único, maravilloso: el derecho a pensar… porque es eso lo que de verdad está en juego. Y ese derecho es, a los humanos, lo que volar es a los pájaros. Volar, sin que importe que quien vuele parezca una alondra, aunque en el fondo no sea más que una vulgar cacatúa.