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Cualquier día de estos

Avatar del Rubén Montoya

Este tiempo de profundo dolor, y también de gran aprendizaje, postergó nuestro segundo rito más hermoso: el del abrazo... Es hora de que volvamos a juntarnos...

“A mí nada me hace más feliz que uno de tus abrazos”. Cada vez que uno de nosotros, sus hijos, le preguntaba a mi madre qué quería o necesitaba, ella respondía eso, sonriendo. Ya no se lo preguntamos. Aprendimos con los años dónde están las cosas que cuestan, y dónde las que valen. A ella le debemos entender la diferencia...

Este tiempo de profundo dolor, y también de gran aprendizaje, postergó nuestro segundo rito más hermoso: el del abrazo. Con padres, abuelas, hermanos, compañeras, hijos, primos, tías. Amigos.

Durante año y medio educamos al cuerpo para que evite el contacto, el beso, los ruidosos palmotazos en la espalda de quienes más necesitamos. Durante este larguísimo tiempo hemos amado con la mirada, o con la sonrisa enmascarada, o con la sola nostalgia. Como si fuesen un arsenal de trigo, almacenamos todos los gestos esenciales que la pandemia nos ordenó amordazar. Allí están, aguardando. Incluidos los de familiares y amigos de los más de 100 mil ecuatorianos que hemos perdido. Y en el mundo, 5 millones. Aunque aquí las cifras oficiales los reduzcan a la tercera parte para evitar su responsabilidad en el desastre.

En Ecuador, con cerca de 14 millones de vacunados, lograremos pronto el porcentaje de inmunes que nos abre la posibilidad de los reencuentros. Cualquier día de estos…

Los economistas y los sabios, desde sus púlpitos dorados, nos dicen que eso es bueno porque sin reactivación no hay nada. Y sin los verde$ $agrado$ que lo compran todo, no saldremos del pozo. Está bien, allá ellos… su palabra es santa, y poseen legiones de devotos.

Solo que la vida trae consigo otros colores. Y los mejores no tienen precio ni hay dinero que los compre. Por eso les propongo que el punto central de nuestro reencuentro esté en la amorosa enseñanza de mi madre: esté en el celeste cálido de los abrazos.

Es hora de que volvamos a juntarnos. Para despedir a los nuestros y agradecerles por tanto. Para llorar sin barbijos, y matarnos de la risa sin resguardos. Para celebrar los mejores colores de la vida. Y desempolvar por fin los ‘te quiero’ y los ‘te extraño’. Cualquier día de estos. Cualquiera...