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Rubén Montoya: La factura que importa

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La factura de los desaciertos se la paga tarde o temprano, la cobra un pueblo y se llama voto

El presidente Daniel Noboa acaba de decretar que las planillas de luz de los próximos diciembre, enero y febrero serán asumidas por el Estado (o sea todos) para quienes consuman hasta 180 kilovatios/mes. La medida beneficiará, en teoría, a tres y medio millones de ecuatorianos (la mayoría, sufragantes).

La disposición es populista pues se da en medio de dos hechos a los que el candidato Noboa (¿alguna vez ha sido pre-si-den-te?) no se refirió, y difícilmente lo hará porque está en campaña desde el día en que decidió ir a la reelección: un apagón que afectó a medio país y el pedido formal del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) de que autorice, de inmediato, un programa de racionamiento.

Si no es clientelar una medida que se aplicará en un trimestre preelectoral, ¿cuál lo es? En un país donde se normaliza desde la violencia hasta la mugre, supongo que al candidato Noboa le parece normal, ¡honesto! desoír a los expertos y usar dinero que no es suyo para mostrarse generoso, acorde con la caridad hipócrita de nuestros diciembres.

Es una jugada electorera: ¿por qué he de llamarla de otro modo? Toda artimaña es hábil, ya que su fin es el engaño, pero también es peligrosa. Porque tiene patas cortas. “Si la hidrología nos apoya, no habrá apagones” dijo el ministro Arturo Félix, que es como si el señor Barriga le dijera a Don Ramón que le condona las planillas de alquiler. Hummm, dudoso. ¿Y si la hidrología no los apoya, señor ministro? ¿Qué planilla condonarán?

Se me viene, de pronto, un recuerdo persistente… Era septiembre, vaya coincidencia. Era 1996.

En ese tiempo, el presidente Abdalá Bucaram ordenó el alza del precio del gas (de 2.900 sucres a 16.000) y enseguida lo anuló porque se le vino la noche. Meses después lo volvió a subir, esta vez a 10.000 sucres: las protestas regresaron, más fuertes. Cuando Bucaram, desesperado, se puso a bajarlo, era tarde: el mismo día en que dejó sin efecto el alza, fugó a Panamá. Fue en febrero.

La factura de los desaciertos se la paga tarde o temprano, la cobra un pueblo y se llama voto. Esa es la planilla que cuenta. La próxima se pagará en febrero.