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Rubén Montoya | La hemorragia imparable…

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Las cifras suelen decirnos poco y eso es parte de nuestro error

Estoy convencido de que sólo un conjunto de políticas públicas valientes nos permitirá romper el círculo vicioso de nuestro subdesarrollo. Y para eso, para llegar al diseño tinoso y afinado de cuáles son nuestras necesidades mayores y cómo resolverlas, debemos primero tener conciencia de su hondura. Sin conciencia, no hay salida.

Nos pasa eso con el problema del narco y sus tentáculos. Nos afecta mucho porque todo lo corrompe y daña -justicia, política, comercio, banca, seguridad- pero nos cuesta aceptar su condición de pulpo, su vocación de metástasis. Por eso un despistado general nuestro cree que aumentando el decomiso de droga vamos bien, que así damos cara al flagelo… ¿Y no se le ha ocurrido pensar que puede ser que ahora circule muchísima más droga en nuestras narices y por nuestros puertos amigos de los narcos?

Igual sucede con un problema del que hablamos en el día a día como si fuese algo normal y es todo lo contrario: la emigración…

Estamos a punto de cerrar el año y pronto tendremos las cifras. Se los advierto: serán muy tristes. No veníamos bien: llegamos a ser la segunda nacionalidad que más usaba el horroroso paso del Darién, ruta de moda tras la pandemia, para intentar llegar a EE. UU. En el 2022 más de 7.000 ecuatorianos todos los meses cruzaban por allí, nada menos que un cuarto de todos quienes usaron esa selva infestada de alimañas y coyoteros. En el 2023, por primera vez superamos a los venezolanos en el éxodo y compartimos podio con los haitianos. ¿Creen que este año de parálisis y oscuridad revertirá la tendencia?

Pero no se los advierto por las cifras, pues suelen decirnos poco y eso es parte de nuestro error. Lo hago para que no olvidemos que tras esos números desquiciados hay rostros, sueños, talentos, voluntades. Lo hago para que usted piense que cada uno de esos ceros es un hijo, una novia, un hermano, una madre. Un niño. Suyo.

Mientras no entendamos que cada uno de ellos podemos ser cada uno de nosotros, no tomaremos conciencia de la enormidad del problema y de la necesidad de una política pública colosal que ataque el desangre cruel, interminable, que es la emigración de los nuestros.