Rubén Montoya | La lección del Massazo

¿Le dieron el voto al ministro de Economía que los ha hecho papilla para que él los salve cuando sea presidente? ¿Tas loco, che?
Hay hechos históricos de la región que nos expresan. El formidable triunfo del continuismo en Argentina es uno de ellos. Sergio Massa era el mal candidato perfecto: ministro de Economía en funciones y, por tanto, responsable de la hiperinflación, del mayor endeudamiento externo de su país, y de que un dólar cueste más de mil pesos locales… ¿Le dieron el voto al ministro que los ha hecho papilla para que él los salve cuando sea presidente? ¿Tas loco, che?
Pero Massa también es “un buen político”, como se dice en Latam, donde llaman así al mentiroso, bailarín, ladrón. Le suman audacia y lo vuelven líder. Massa lo es: cínico de manual, tránsfuga que ha sido enemigo y aliado de los kirchneristas, demagogo. En plena campaña se inventó un nuevo “plan social” y les regaló miles de pesos a dos millones de argentinos, es decir, dos millones de votantes. Y decretó que el IVA de productos de la canasta básica, sea devuelto. Pum, otro billetito.
¿Cómo financia el déficit que las dádivas crean? Sencillo: ordena imprimir billetes, a lo bestia. Y aunque eso aumente más la inflación, el peronismo asegura una franja vital del electorado, y los pobres celebran su billetito en el bolsillo. Perversamente sencillo.
Es posible que haya otros factores y los sabios ya nos dirán los raros motivos que explican el triunfo de La Casta y su favoritismo para el balotaje. Yo prefiero repetirme que, tras los grandes discursos y pretextos, hay verdades sencillas. Uno de cada cuatro argentinos es pobre y dos de los otros tres viven al ras; ellos han visto en los últimos 25 años decrecer su estatus de un modo brutal. Se acostumbraron a subsidios que su incultura -tan parecida a la nuestra- cree que bajan del cielo, sin una contraparte. Más de 10 millones tienen tantos planes sociales que pueden, literalmente, no trabajar. Viven mal y su expectativa de progreso es nula, por supuesto, pero se atrincheran en la seguridad de las ayudas.
Es triste. Y, sin embargo, normal: es naturaleza humana. ¿Los criticamos? Antes de hacerlo, haga memoria de cuántas veces usted se atrincheró en eso que los cobardes llaman seguridad. Critique a los argentinos solo después de pasar esa prueba.