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Rubén Montoya: Maduro aún está muy verde

Avatar del Rubén Montoya

No hay nada en los antecedentes de Nicolás Maduro que nos lleve a pensar que dejará el poder como si fuera una monjita

Cuando en febrero de 2019 me preguntaron si era oportuno enviar un equipo para cubrir “la caída de (Nicolás) Maduro”, les dije que no envíen a nadie, salvo que quieran pasear… Varios medios locales fueron a reportar “el ingreso triunfal” a Caracas de Juan Guaidó, el hombre al que Maduro había robado la elección de 2018. Y fue un fiasco.

La razón de mi escepticismo nos la había dado hacía un par de meses, en Bogotá, Insight Crime. Con copiosos datos mostró cómo el Cartel de los Soles controlaba la cúpula militar venezolana, cuya cabeza visible era Diosdado Cabello, número dos del chavismo. El cartel es una red de negocios criminales, incluido el narcotráfico, que tiene infestadas a todas las ramas castrenses.

A una organización así de mafiosa no la tumban elecciones digitadas, llamados a la unidad ni sanciones económicas tibias: cuando EE. UU. dificultó el manejo de cuentas de la gigante petrolera PDVSA, Maduro dio una orden simple: cambió la sede mundial de Lisboa a Moscú. Y muerto el chancho.

No olvido esto cuando pienso en dictadores: su idea del poder es eternizarse y su límite moral, inexistente. No hay nada en los antecedentes de Maduro que nos lleve a pensar que dejará el poder como si fuera una monjita descalza. Todo lo contrario.

Desde hace años escucho que está desahuciado. En 2017, La Hora (Ecuador) dijo que estaba “contra las cuerdas”. En el 2018 lo copió el argentino Clarín y un año más tarde su compatriota La Nación. Hace poco Canal Sur tituló: “Maduro contra las cuerdas”… Cuénteme, mejor, una de vaqueros.

Esta semana Maduro dijo que si no es re-reelecto “habrá un baño de sangre”. Su amenaza le causó “miedo” al mismísimo Lula, vaca sagrada del Socialismo del Siglo XXI. Maduro le respondió que se tomara un té de manzanilla para el susto… Un crápula así siempre estará ‘verde’ para la democracia, no entregará el testigo ni aunque se cumplan los abrumadores vaticinios de las encuestas. Si Venezuela quiere ser libre, necesitará algo más que consignar un mayoritario voto contra el hijo bobo de Chávez.