Rubén Montoya: Navidad de héroes o mártires
La tardía versión oficial entregada por la desaparición de cuatro chicos en un operativo militar es endeble
Steven, variante de Esteban, que significa: “victorioso”, 11 años.
Josué, que se traduce como “Yahvé es salvación”, 14 años.
Nehemías, es decir, “El Señor consuela”, 15 años.
Ismael, que significa “Dios escucha”, 15 años.
Steven, Nehemías, los hermanos Josué e Ismael...
Son los chicos desaparecidos en un oscuro operativo militar que se mantuvo en silencio durante un tiempo cruel, inadmisible. Apenas el pasado lunes el ministro de Defensa dio detalles. O eso cree él. Resumen: sí, se detuvo a los chicos. Sí, aparentemente estaban robando. Eran ocho, se detuvo a cuatro y asaltaban a una mujer… Pero, él piensa que los militares “supusieron” que “no era tan grave” el presunto delito, que nadie presentaría denuncia, y entonces los liberaron… en el camino a la Base de Taura. Señor ministro, no aclare que oscurece.
Si le creemos, tras dos semanas y decenas de testimonios, la cosa es así: militares vemos asalto, militares detenemos a sospechosos, militares deliberamos si asalto es grave, militares no los dejamos ante autoridad competente y los liberamos en otra localidad. De noche. Si chicos han desaparecido, militares no sabemos dónde están. Dios. Patria y Libertad.
¿Cómo es posible algo así?
¿Por qué exactamente los detuvieron? ¿Existe ropa de uno de ellos en Taura? ¿Qué dicen los ciudadanos que les entregaron a un cuarto sospechoso? ¿Bajo qué argumentos los liberaron suponiendo que los detuvieron por un asalto? ¿Quién dio la orden y por qué?... Y si la detención fue un exceso, ¿por qué los sueltan donde no debían? ¿A quién se le ocurriría, señor ministro, cubrir un abuso con otro? La versión oficial es endeble. Farragosa. Tiene visos de coartada.
Los padres de los chicos, la ciudadanía absorta, los mismos adolescentes a quienes el presidente de la República sugirió llamar “héroes nacionales” (¿por qué, señor presidente, ¿por qué hoy lo serían?, ¿Ud. sabe algo más?) merecen un ejercicio mínimo de transparencia. De decencia. Ahora.
Porque si siguiéramos a este paso, y ojalá que no, ojalá cuando esto se publique hayan aparecido, estaríamos más cerca de que esta haya sido una Navidad para mártires, no sólo para “héroes”.