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Rubén Montoya | Ocho mil millones y contando...

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Es decir que la crisis energética es ya, hoy, la mitad de dañina de lo que fue la peor pandemia mundial

No, no me referiré a la superpoblación mundial, ese fenómeno incontrolable que terminará por ser una de las causas de nuestra merecida extinción. Falta mucho para eso y no lo veré. Los jodidos serán nuestros nietos. Estos ocho mil millones son de dólares y es el monto aproximado de las pérdidas que acumula el país (el comercio, la industria, los servicios) a partir de los apagones de septiembre.

Desde entonces lo sabemos: “perderemos al menos US$ 96 millones diarios”, advirtió el Comité Empresarial Ecuatoriano. Ahora los cálculos se han confirmado, y ampliado, por dos factores que no se tomaron en cuenta: que los cortes serían de hasta 12 horas diarias (no de 8 como se ofreció); y que sus horarios mostrarían una absoluta -y costosa- anarquía. La falta de información cierta, oportuna y transparente ahondó el problema porque impidió una mínima planificación de contingencia. El responsable es el Gobierno, su apagón de ideas, su indolencia. Desinformó desde el primer día y ha dado palazos de ciego frente a una crisis que conocía desde hace un año… pero no sabía cómo enfrentar.

Al inicio de esta semana la Cámara de Comercio de Quito estimó que las pérdidas superan los US$ 7.500 millones. Cuando usted lea esto serán más de ocho mil millones. Para que tenga dimensión de lo que eso significa en nuestra economía, las pérdidas provocadas por el confinamiento de 76 días en el 2020 fueron de casi US$ 16 mil millones. Es decir que la crisis energética es ya, hoy, la mitad de dañina de lo que fue la peor pandemia mundial de un siglo…

Y no he escrito una línea de las pérdidas humanas: los desempleos, las quiebras emocionales, las emigraciones inevitables. Hay cifras tristes que jamás podremos cuantificar. ¿Quién paga esa colosal factura? Usted, yo, el vecino, casi todos. Salvo los vendedores de focos reciclables o generadores eléctricos.

Y después de esto, ¿seguirá usted defendiendo lo indefendible? ¿Seguirá pensando que era inevitable esta crisis? ¿Que la catástrofe no tiene responsables con nombres y apellidos?

Ocho mil millones y contando… Lo barato sale caro, decía mi abuela. Votar por ineptos también, agrego yo.