Rubén Montoya: Los perdedores del debate

Y perdieron todos los olvidados: los 200 mil que se han ido en cuatro años por la selva del Darién
Contienda, discusión, lucha… Eso es un debate. La defensa apasionada de una idea, un sueño, una causa.
No sirve para desgranar los ejes de un plan, sino para mostrar la punta de la lanza. No importa el qué, pues todos lo tienen claro, sino el cómo… Importa el remedio más que el diagnóstico. Importa la fuerza de un mensaje, el reto que convoca, el eslogan que moviliza. Importa ver la estatura emocional de quien comandará la tarea, para saber si tiene temple e inspira confianza.
Y por eso el pasado debate presidencial fue un fiasco. Más allá del formato acartonado, inservible para comparar propuestas, fue una ocasión perdida para empoderar a partidarios. O convencer a indecisos.
Perdimos.
Perdieron los valores, porque decencia -por ejemplo- no mostró ninguno: ellos creen que confrontar es insultar. Aunque me parece que, de los dos, quedó claro quién es más proclive a confundir insultos con argumentos. Perdieron los recursos, pues ninguno entiende -por ejemplo- que un jefe de Estado, o aspirante a serlo, hace docencia cuando habla, afirma, ofrece.
Perdió el periodismo, reducido a la indigna función de administrar un cronómetro. ¿Para qué diablos está allí un ‘perro guardián de la verdad’ si no puede moderar, conducir, corregir con datos? Alguien debiera devolver un diploma.
Se perdió la oportunidad de generar una emoción, ¡una! Y la de crear memoria. ¿Alguien recordará este debate por algo? Bueno, quizás sí: que Daniel Noboa estuvo flojito para contestar la tremenda acusación (verbal) sobre vínculos con el narco. O que Luisa González reconoció su apoyo al dictador Maduro, el lacayo del Cartel de Los Soles, quizás porque le gusta el modelo de gestión de ese canalla.
Y perdieron todos los olvidados: los 200 mil migrantes que se han ido en apenas cuatro años por la cruel selva del Darién, y ya nadie los menciona. Y los miles de universitarios que se graduarán este año y saldrán a un seguro desempleo. Y los cinco millones de informales que seguirán trabajando de sol a sol, sea quien sea el próximo presidente.
Por perder, perdieron hasta Los Muppets. Porque les ha salido una (mala, muy mala) copia de la rana René.