Rubén Montoya | El Más Perjudicado
No es él, señora desubicada, soy yo El Más Perjudicado
Lo de estos días ha sido una locura. Me llamo Jesús, María, José, el Braian, la Britani. Cualquier cosa menos Inés. O Daniel.
Es la jornada cuarenta desde que empezaron los racionamientos de luz, que ahora son de 14 horas y, como siempre se puede estar peor y los pinochos nos gobiernan, podrían ser de más horas y superar la jornada cien… Tomen nota.
Tengo un día complicado, mis días lo son. Me paso buscando lugares que tengan luz y atinen con el horario; la sigo adonde llegue y me quedo. Vivo en cafés por horas, son mis oficinas de a ratos y, para pagarles el alquiler, hago la del cristiano común: después de pecar rezo, y así empato. Entonces consumo dulces como descosido, a lo gordo Porcel, o mujer en depre, o ‘periodista’ pautado en medio de un coctel. Moriré diabético, se jodió mi Alzheimer.
Llevo en la mochila o el bolso cargadores de todo: la tableta, los audífonos, el celular… Menos el de la santa paciencia porque yo, alma de Dios o el Diablo según quién opine, la perdí en una madrugada de penumbras y ahora tengo el insulto soez en la puntita misma de mi inmaculada boca. Muchas cosas he perdido. Hasta la libido. ¿Regresará con la luz?
Mis días son jodidos, me siento apagado… E indignado. Porque viene una cantamañanas en ejercicio, perdida como Papá Noel en mayo o indolente como una cirujana con Parkinson operando, a decirnos que El Más Perjudicado por la ausencia de lluvias, o sea por esta crisis, es alguien a quien hasta sus partidarios y tarrineros identifican con un muñeco de cartón. ¿En serio, señora abogada metida en camisas que no parecen quedarle o que las entienda?
No es él, señora desubicada, soy yo El Más Perjudicado: emprendedor en soletas, industrial en la m, emigrante en fuga. Estudiante o profesor lidiando con velas, chofer domando bocas de lobo, informal que ya no vende ni su alma, ama de casa perdida, adicto al celular enloqueciendo por la abstinencia.
Soy yo, no un niño al que no le quitan un segundo de luz en su megadepartamento con vistas al malecón. Soy yo, trabajadora común, emigrante común, desempleada común. Soy yo, ciudadano común, ilustre NN, gran pendejo.
Y un voto.