Rubén Montoya: Reconocer al Otro

... hay que ver el primer paso que dará el presidente, pues mostrará las costuras de su legado
Comprendo la sensación de alivio y euforia que sienten los anticorreístas por el triunfo extraño, y a la vez categórico, de Daniel Noboa frente a Luisa González. Y comprendo, aunque no justifico, a las ‘cheerleaders’ del presidente, disfrazadas de periodistas, que pregonan que esta derrota enterrará a la principal fuerza electoral del S. XXI. El triunfo, ese orador ladino y vanidoso, suele tapar las inconsistencias, evadir las preguntas incómodas, extraviar las neuronas.
Pero no debe hacerlo. Las preguntas incómodas hay que plantearlas y deben ser contestadas. Habrá tiempo de hacerlas cuando tengamos todos los datos, pero vale un adelanto: ¿cómo nadie vio la monstruosidad de los más de 11 puntos de ventaja ni siquiera en la víspera de la elección? ¿Acaso todos los encuestadores son ineptos o inmorales? ¿De verdad los adultos mayores fueron determinantes? ¿El fraude, si hubo, fue en segunda o en primera vuelta?
Por ahora hay algo más importante: ver el primer paso que dará el presidente tras su victoria, pues mostrará las costuras de su legado: ¿quiere un país o su visión es de parcela? ¿Quiere atrincherarse con los suyos, bailar con sus ‘cheerleaders’, o gobernar con otros y para otros? ¿Su principal anhelo es perpetuarse? En suma: ¿quiere cimentar un futuro o derrotar a un pasado?
Hay quienes creen que el correísmo ha muerto o por lo menos se desbandará, mientras el país sigue oliendo la pestilencia de todos sus alembers y verdugas. Para ellos, el presidente debe darle la última estocada y gobernar sin sus chantajes puntuales. Parece una visión muy parcial.
Más allá de que se hagan trizas entre ellos (y pasará, aunque en cámara lenta) la base del correísmo no son sus cientos de pestilentes verdugas; lo es la mitad de un país abandonado, maltratado, ‘vacunado’… Nueve de cada 20 ecuatorianos siguen pensando, ocho años después, que antes estábamos mejor. Impresionante.
Mientras ese país exista y sus heridas sigan supurando, habrá pasado y no futuro. Mejorarlo tomará tiempo y sacrificios. No hay que ceder a chantajes, pero se debe gobernar con otros. Y para otros. Sin reconocerlos, no habrá jamás un gobierno para todos.