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Rubén Montoya: La tragedia sin fin…

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No hay algún experto que pueda explicar el conflicto y hurgar en quién tiene derecho o llegó primero

He evadido hasta hoy el conflicto israelí-palestino por una razón tricéfala: es muy intrincado y soy casi un completo ignorante pese a mis indagaciones y lecturas; es una tragedia sin buenos y malos, pues está llena de hechos que admiten matices; y por último, me genera emociones encontradas. Admiro y respeto como pocos al pueblo judío, asaeteado de mentes brillantes, de almas luminosas, y el Holocausto me parece la peor herida de la historia humana, la más dolorosa. Y también admiro el valor y la dignidad incomparables de los palestinos, eternos olvidados del hipócrita Occidente.

Y, sin embargo, debo hablar de él, no con el ánimo de que usted tome partido, sino con el propósito de intentar, juntos, entenderlo. El rol del periodismo hoy no es que se sepa algo: es que se lo comprenda.

Es muy difícil. No hay algún experto que pueda explicar el conflicto y hurgar en quién tiene derecho o llegó primero a tierras que hace dos milenios ya se llamaban Palestina: es como si los ecuatorianos reabriéramos la herida con Perú y recordáramos nuestros límites cuando por el este engullíamos al Amazonas y por el sur nos dábamos un bocadito de Piura. No cabe.

¿Qué cabe, entonces? Primero, juzgar con el mismo rasero: si son criminales los terroristas de Hamás (y lo son, ¡malditos!) que asesinaron a ancianos en sus casas o a jóvenes en un festival en la masacre del 7 de octubre, pregunto: ¿cómo llamaríamos a quienes no han respetado ni a pacientes de hospital? La respuesta israelita es cruel; asistimos a una guerra asimétrica, desproporcionada. Además, ¿cómo podríamos olvidar que sucesivos gobiernos israelitas han ejecutado labores de exterminio en asentamientos palestinos?

Segundo y como base a cualquier entendimiento: Israel debe reconocer el derecho de los palestinos a tener un Estado. No habrá paz sin eso.

Hay más tela, ya seguiremos. Por ahora, me duele decir que la guerra seguirá, imperturbable. “Será larga y difícil”, le escuché decir antier a ‘Bibi’ Netanyahu, el líder israelí. Lo será. Si los rehenes de Hamás tienen las cartas marcadas, los habitantes de la Franja más abandonada del planeta, también.