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Rubén Montoya | TRAMPArencia

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Si los comuneros de Olón tuvieren razón, estaremos ante un grosero tráfico de influencias

Hace dos meses, en este diario, Roberto Aguilar alertaba sobre la dificultad que tiene el presidente Daniel Noboa en distinguir los límites entre lo público y lo privado. Y detallaba tres grandes ejemplos en los que no se marcaron, evidenciando un ejercicio arbitrario del poder. (“En el reino del conflicto de interés”, Expreso, 2-III-2024). Ni el Gobierno dio explicaciones ni la sociedad se dio por enterada, ciega-sorda-y-muda ante las cosas que, como son ‘políticas’, cree que no le corresponden.

Ahora surge otro tema que debe interesarnos por partida doble. Primero, porque si los denunciantes dicen la verdad, estaríamos ante un demencial abuso de poder. Segundo: porque demostraría que el régimen entiende poco y nada de rendición de cuentas. Se trata del conflicto surgido entre los comuneros de Olón (al que se suman varios colectivos ambientales) y una empresa que planea edificar condominios violentando derechos civiles.

Los comuneros aluden que se está rellenando terrenos que forman parte del cauce del estero Oloncillo y que además se talan árboles endémicos, pertenecientes ¡a una zona protegida! Por ahí sólo empieza la trama: la constructora tiene como accionista a la esposa del Presidente, se lanzó al proyecto gracias a un informe ambiental que hizo una empresa ligada al ministro de Energía y, guinda del pastel, obtuvo la autorización cuando la actual Infanta, perdón, ministra de Ambiente, tenía trece días en el cargo… ¡Ay, mi niña!

Hay mucho que investigar y, posiblemente, condenar: grosero tráfico de influencias, ejercicio abusivo del poder y ausencia de algo vital a la construcción de democracia: transparencia informativa. ¿Aclarará el jefe de Estado, con pelos y señales, con puntos y comas, con verbos y adjetivos en español lo que corresponde? Tiene no solo el derecho, sino la obligación ineludible de hacerlo. Ojalá. Pero los antecedentes nos dicen que tampoco habrá transparencia esta vez: Ecuador tiene amplia cultura en opacidad, en abuso de poder ejecutados por mentes lúcidas, enloquecidas por el dinero, y en eso que le encanta a la mayoría de ineptos que nos ha gobernado: TRAMPArencia.