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Rubén Montoya Vega | AlfombraDito

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... la propaganda no es información y una charla con animadores no puede pasar por rendición de cuentas...

Ya sabemos que pocas cosas son tan fuertes como la costumbre (si hasta el amor pierde con ella, ¿no?). Pero eso no significa que siempre sea buena. Hay costumbres peligrosas, porque pervierten la naturaleza de algo.

El lunes pasado vimos dos de ellas en todo su esplendor: un jefe de Estado, el nuestro, que como sabemos renunció a ser presidente y se ha dedicado a ser candidato, queriendo hacernos creer que la propaganda es información y que una charla con animadores (eso que ustedes llaman ‘cheerleaders’) puede pasar por rendición de cuentas. Dos costumbres que están mal: un funcionario que no informa y un ¿periodismo? que es alfombra.

Rendir cuentas. ¿Cuál es la esencia de esta obligación de todo funcionario? Entregar información fidedigna y comprobable sobre su gestión y permitir el escrutinio de ella. Un presidente y sus colaboradores deben hacerlo sin oscuridades, porque su labor es representar la voluntad de un pueblo y ejecutarla con transparencia. Que esa obligación haya sido, por costumbre, desnaturalizada, sólo revela una grave carencia de nuestra democracia. No es menor que un presidente mienta y que quienes deben cuestionarlo se conviertan en su parlante.

A poco de terminada la amena charla entre amigos del pasado lunes, ampliada por 200 emisoras, al jefe de Estado le salieron detractores y más de uno lo llamó mentiroso. Protestaron la Comisión Nacional Anticorrupción, el presidente de la Asamblea, el alcalde de Guayaquil…

Pregunto: ¿qué haría usted si un empleado suyo le miente e incumple una obligación esencial? ¿Lo premiaría, acaso, reiterándole su confianza? ¿O hago bien suponiendo que no lo tendría más en cuenta para nada?

Un presidente y sus ministros son representantes nuestros, empleados de la voluntad popular, y están allí para cumplir con un encargo cuya base, la primera, es no mentirnos.

¿Cuál es el remedio? Hay algunos, entre ellos uno casero, que suele ser efectivo para atacar la infección: el periodismo. Periodismo que interroga, duda, verifica, molesta con datos y no con jota. Ese sirve. No el que le prepara al funcionario un set de fans. Cándido, genuflexivo, alfombradito…