Rubén Montoya Vega | De estigmatizar no se vuelve
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Es válido -y necesario- preguntarse por qué ciertas provincias votan por alguien e interpretar sus consecuencias
“Los negros son vagos”, “las rubias son tontas”, “los serranos son hipócritas”, “los costeños son rateros”… El prejuicio suele llevarnos a afirmar tonterías sin fundamento. La ciencia, por citar un caso, demostró que el cabello no tiene relación con la inteligencia y, para colmo, un estudio publicado en Economics Bulletin evidenció que las rubias tienen un coeficiente mayor al de las morenas. Del prejuicio al estigma hay medio paso, y les sugiero que no lo den. Que no lo demos. El estigma es una marca a fuego, perversa.
Es válido -y necesario- preguntarse por qué ciertas provincias votan mayoritariamente por alguien, indagar por qué, interpretar sus consecuencias. Pero no lo es sacar conclusiones basados en la percepción: para hacerlo se requieren datos.
Para menospreciar el voto de los simpatizantes correístas, se dice que ellos son tontos, borregos, ‘sanducheros’. Es una batalla perdida, pero debo insistir que hacen mal los opositores al correísmo en negar los tercos hechos: a) En las pasadas elecciones volvió a triunfar Rafael Correa. ¿O alguien cree que Luisa González está en segunda vuelta por ella?; b) La mayoría volvió a erigir a la Revolución Ciudadana como la principal fuerza política; c) Más de 4 de cada 10 sufragantes siguen pensando que hace 10 años estaban mejor. ¿No es hora de que entiendan que lo hacen por algo más que una soda?
No, no es que estén ciegos ante los múltiples actos de corrupción. Y aunque es siempre repudiable, tampoco son ellos los inventores del “roban, pero hacen obras”. Ese refrán maldito es tan viejo como nuestra historia. Para corruptos, nuestros políticos. Desde que fundó la República uno de apellido Flores. ¿O no?
Sin justificar los motivos de nadie, pregunto: ¿por qué no miran en otro lado los motivos de una vigencia nítida? ¿No son Lenín Moreno, Guillermo Lasso, Daniel Noboa tan o más responsables de que los ‘borregos’ sigan siendo casi la mitad?
Antes de denigrarlos, harían bien en darles razones concretas, obras visibles (y sin robar), verdades sin huecos, esperanzas sin peros… O nunca los tendrán. Porque si del ridículo no se vuelve, de estigmatizar menos.