Rubén Montoya Vega | El inepto no es el ministro
El Estado no es -no puede ser- escuela ni centro de beneficencia para magísteres hinchados de ego pero no de conocimiento...
No me gustan los eufemismos porque en vez de reflejar cortesía, que es su razón de ser, suelen usarse para manipular y mentir. ¿Por qué he de llamar “interrupción del embarazo” al aborto y “amigo de lo ajeno” al ladrón? ¿Por qué debo decir, por ejemplo, que una ministra “no está preparada” si sus ejecutorias muestran una rotunda incapacidad para ejercer el cargo? A este paso, a un simple flan tendremos que llamarle “tembladera de huevos batidos en su espejo de caramelo”.
Si un funcionario no da la talla, pues pa’ su casa y mientras más pronto sea, mejor, que el Estado no es -no puede ser- escuela de aprendizaje ni centro de beneficencia para magísteres, Ph.D. y don nadies, hinchados de ego pero no de conocimiento.
Aclarado el punto, creo que el principal error no está allí, en la incapacidad de una legión de ministros, gerentes, directores y etcéteras que han desfilado su ineptitud por la administración pública. No.
Le propongo un ejercicio simple: nombre mentalmente cinco ministros estupendos de los últimos veinte años, y luego hago lo mismo con los que le parecen impresentables. ¿Se da usted cuenta? En la primera lista cuesta llegar a cinco, en la segunda aparecen hasta ladrones…
Pues bien, alguien los nombra, y el problema está allí. Para evadirlo, la cultura política ecuatoriana ha instalado un dogma que justifica a un presidente: “no es culpa suya sino de sus malos ministros, malos secretarios, malos asesores…”. Falso. Decir eso es un eufemismo grosero para esconder su responsabilidad y su incapacidad. Escoger bien a su equipo es requisito elemental de un buen administrador, porque allí están quienes serán sus expertos, voceros, representantes: son una extensión suya. Y, además, nadie le pone una pistola a un jefe de Estado para que los elija.
¿Cómo podemos olvidar que el principal responsable de nombrarlos es el presidente de la República? Si resultan, como han resultado tantos, ineptos de colección o vulgares perritos falderos, es suya la responsabilidad y, por tanto, suyo debe ser el castigo.
A no olvidarlo: cuando alguien elige en libertad, no solo elige lo que merece: elige lo que es.