Rubén Montoya Vega | El perfecto farsante
La fórmula de entregar bonos le ganó adeptos, aunque no resolvió sus problemas
¿Los políticos son unos farsantes o se vuelven miserables cuando los conquistan las mieles del poder? Mi amigo Xopol no tiene dudas: “lo único que hace la política es potenciar su Adn de canallas”.
Aún no llego a ese nivel de lucidez, pero voy cerca. Me costaba creer que Barack Obama era un cínico cuando prometió liquidar Guantánamo, sabiendo que no lo lograría, aunque no tanto cuando declaró traidor a Edward Snowden, el héroe al que debemos saber que EE. UU. espía a todo lo que se mueve, sobre todo si son sus ciudadanos. ¿Lo corrompió el poder? No lo sé. Pero gracias a ese remedio que es el periodismo -o sea, los datos contrastados- me he curado de otras ingenuidades. El Che era un asesino, Teresa de Calcuta una empresaria. Algo es algo.
En tiempos de bulos y de inteligencia artificial (no lo olviden: artificial) los datos son la revolución del intelecto. Y hay varios que condenan a Andrés Manuel López Obrador, el presidente saliente de México. Populista de folleto, su credo fue mantener cautiva a la masa de pobres de su país. “Ayudarlos es un asunto de estrategia política”, dijo. Volverlos aliados, pero mantenerlos chiros. Bingo.
La fórmula de entregar bonos le ganó adeptos, aunque no resolvió sus problemas. Se redujo el número de pobres, pero creció el de indigentes. A los más pobres, no les fue tan bien… Es lo que pasa cuando en lugar de política pública hay asistencialismo clientelar. El propio Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano contradijo a López varias veces, mostrando cifras sobre aumento de la corrupción o deterioro en indicadores de salud y educación. Un ejemplo: en el 2018, 20 millones de mexicanos reportaron carencias en sanidad; en el 2022, 50 millones.
López se irá mintiendo, no lo duden. Esta semana dijo que México tiene mejor sistema de salud que Dinamarca. Punto. Ni un dato para corroborarlo, pero hay que mantener el relato. Otro ejemplo y hay decenas: “Subimos la producción petrolera diaria”. Mentira. Es menor a la del 2018.
“Miente, que de la mentira algo queda” parece ser su evangelio, que es el de los cínicos. Y en ese terreno, AMLO francamente es imbatible.