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Rubén Montoya Vega | La sentencia que nos retrata

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¿Cómo iban a tocar a quien era tan “simpático” para el poder? Se codeaba con toooodos los jerarcas

Si hay un responsable de que exista transparencia en el manejo de cuentas de un país, ese es el contralor. No hace falta decir más para entender que un funcionario de tal nivel, quien vigila que el dinero de todos sea gastado honorablemente, es algo así como la reserva moral de un pueblo. Un hombre o una mujer ejemplar. Dime qué contralor tienes y te diré qué país eres... De un buen modo, un contralor nos retrata.

Escogerlo debería ser casi tan importante como elegir un presidente. No, no exagero. Piénselo.

Acaba un tribunal estadounidense de sentenciar con 10 años de cárcel a nuestro excontralor Carlos Pólit, el mandamás de la Contraloría General del Estado por más de una década. Y aunque es posible que usted piense que no le compete, esta vergüenza monumental, este retrato de nosotros como país, debería llevarnos a mínimas reflexiones.

Primera, que la condena la dicte una jueza extranjera revela que nuestra justicia (me cuesta llamar así, con esta palabra hermosa y vital, a una función nutrida de rateros y mediocres) no es independiente ni confiable. Aquí no habría juez que sentencie al excontralor. Entre bomberos no se pisan las mangueras… ¿Cómo iban a tocar a quien era tan “simpático” para el poder? Se codeaba con toooodos los jerarcas de la componenda y el reparto, recibía sus condecoraciones, se lanzaban piropos, se santiguaban juntos.

Segunda, que un funcionario que ganaba 5.000 dólares al mes pudiera amasar una fortuna que le permitió pagar fianza por 14 millones, muestra lo podrida de nuestra institucionalidad. ¿Entendemos la magnitud del entramado corrupto que hizo de la Contraloría una factoría de hacer plata? Y luego, de lavarla…

Tercera: el sistema para escoger a nuestro gran auditor debe cambiar. Si el poder de turno sigue manejando su designación, estará a su servicio. O lo chantajeará. El aberrante modo de nombrar a las autoridades de control debe desaparecer de un plumazo. Mejor aún, de un votazo. ¿Se da cuenta de que usted sí tiene que ver con el asunto?

Quienes defienden el actual sistema querrán siempre a un contralor simpatiquísimo a su lado. Para que les santifique el asalto.