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Rubén Montoya Vega | Los votantes facturan

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Y entonces aprovecharán para desahogarlo todo... Allí, en esa única chance que los olvidados de este país

Por si alguna duda tiene, siempre me gustaría darle buenas noticias. O mostrarle su lado positivo. Me tienta decirle que los pajaritos cantan y que los unicornios existen, incluso ese azul que ayer se me perdió. Pagaría por decir que el narco no tiene en Ecuador 70 mil soldados en sus filas, bajito, ni miles de ‘empresarios’ que le lavan todo, desde su dinero hasta los calzoncillos… Que no hay un terreno donde los rateros ven una refinería. O que tenemos un presidente y no un candidato. Pagaría.

Pero los viejos hábitos se niegan a morir. Y uno de los míos son las p… evidencias. Persistentes quiero decir.

La nuestra no es una “crisis energética”. Es una crisis de metas, liderazgo, valores. ¿Cuál es nuestra marca como país? ¿Qué propósito nos convoca? Llevamos décadas en manos de ¿líderes? que no han sabido cómo, aunque más de uno tuvo con qué: la colosal bonanza del petróleo a más de US$ 100, por ejemplo, ¿adónde se fue? Ud. sabe la respuesta.

Ahora estamos sin energía. Es tan desalentador el panorama social que las cifras se pierden. No hay que cuantificarlas, sino individualizarlas. Le propongo esta imagen: en el centro de Guayaquil, camine desde La Bahía hasta el Mercado Central: cuadras enteras grises, casi fantasmales, con cientos de bazares, ferreterías, comedores, peluquerías, bares, ópticas, moteles… a oscuras, en mediodía. Sus dueños desalentados, sus trabajadores preocupados, sus clientes ausentes. Cada uno de esos dueños, trabajadores, clientes son un ciudadano preocupado, cansado. Indignado.

Los estrategas del régimen, y sus trolls a sueldo, nos quieren convencer de que no hay responsables, sino solo víctimas. Ellos también. Les tengo una noticia a esas ‘víctimas’: las emociones de los miles, decenas de miles, centenas de miles de ciudadanos entristecidos, cansados, indignados, día a día machacadas en septiembre, octubre, noviembre, diciembre… repercutirán cuando un domingo de febrero una urna silenciosa los mire.

Y entonces aprovecharán para desahogarlo todo.

Allí, en esa única chance que los olvidados de este país, los oscuros de por vida, tienen de lanzar su furioso y radical mensaje.