Alerta, que camina...
¿Qué vientos corren hoy? Los del ‘sálvese quien pueda’. Chile dio la diana. Perú tiene otro impresentable... Y Colombia dirimirá su futuro entre dos populistas...’.
Las recientes elecciones presidenciales en Colombia me recuerdan que Latinoamérica es adicta a la moda. Sus países son receptivos al humor vecino. Pasó con las dictaduras de los años 60 y 70 del siglo XX, los remedos democráticos de los 80, el despelote de cambio de milenio con naciones que tenían presidentes uno tras otro (por caso, Argentina y Ecuador). O la fiebre pseudosocialista, que arrasó desde el asalto de Hugo Chávez en Venezuela…
Luego, de la izquierda cínica y corrupta -que por un lado cantaba a Silvio Rodríguez (el monstruo sagrado de la trova) y por otro robaba sin pudor- pasamos a la derecha boba que marcó el péndulo en Argentina (Macri), Chile (Piñera), Perú (Kuczynski), Brasil (Bolsonaro)... En Venezuela y Nicaragua no lo hubo porque allí los dictadores zurdos siguen su tarea de exterminio.
En Uruguay existió alternancia, pero en el saco de la izquierda farsante no entra Pepe Mujica, un hombre sin banderas ni tiempo, cuyo legado trasciende. La distancia moral entre él y Lula, Maduro, Correa o los Kirchner es, literalmente, de aquí a la luna. Ida y vuelta.
¿Qué vientos corren hoy? Los del despelote, los del sálvese quien pueda. Chile ha dado la diana. Va a llorar mares cuando descubra del todo a quien elevó a los altares. Perú tiene otro impresentable: un profesor que no sabe la tabla del 8. Y Colombia acaba de decidir que dirimirá su futuro entre dos populistas.
Gustavo Petro, el exguerrillero que idolatra a Fidel, y Rodolfo Hernández, el exalcalde que ama sin saberlo a Trump, no representan a las alas históricas del pensamiento político: son charlatanes que no tienen idea de qué hacer, pero sí saben que la política en esta región va de prometer mucho. Mañana ya veremos: ‘carpe diem’. A lo sumo, damos un bono y listo. Te morirás de cáncer, pueblo, pero fiebre no tendrás.
El populismo no es de izquierda o derecha: es una tendencia que se nutre del fracaso previo y se sustenta en ofrecer el paraíso sin decir cómo. “Que se vayan todos”, “Es hora de renacer”, “Todo va a estar bien”… Esos vientos corren hoy. Alerta, alerta, alerta que camina la espada del caos por América Latina.