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Estado de guerra

Avatar del Rubén Montoya

Hoy gozamos de fama planetaria: Durán semeja a Sinaloa y Guayaquil es el puerto desde el que llega la mayor cantidad de cocaína que consume Europa...

Hace cuatro años vi un reporte pionero del portal Código Vidrio sobre la relación estrecha entre la violencia que azotaba al país y el control carcelario en manos del crimen organizado. Desde entonces sigo sus huellas, buscando entender y advertir sobre la profunda herida social que causa el negocio más rentable, y uno de los más crueles, del planeta: el narcotráfico.

Todas las veces que escribí sobre el fenómeno, los hechos marcaban una dirección y los datos, siempre al alza, respaldaban esta advertencia: cuando normalicemos la barbarie, cuando las medidas “de excepción” se vuelvan cotidianas, habremos llegado a un punto sin retorno. Ese punto ha llegado.

El Estado de sitio no lo es: es un Estado de normalidad, puesto que así ha sido en casi 16 de los 26 meses del actual Gobierno. La Isla de Paz ahora es continente de guerra: llevamos siete años consecutivos, incluido el del encierro, venciendo récords de muertes violentas. Hoy gozamos de una fama planetaria: Durán semeja a Sinaloa y Guayaquil es, desde enero, el puerto desde el cual llega la mayor cantidad de cocaína que se consume en Europa. ¡Orgullosamente ecuatoriano!

Y preparémonos para el plan piloto que tiene el crimen organizado: en zonas marginales colindantes a la vía a Daule, donde hay más gente que en todas las ciudadelas amuralladas de la urbe, piensa ejecutar uno ambicioso: la vacuna de vecinos. “Ya nos comentaron que pedirán dos dólares diarios a cada casa”, me dijeron moradores del sector esta semana. A ver si nos queda claro: cada casa, de cada cuadra, de cada etapa, de cada ciudadela…

¿Le pedimos al régimen que actúe? No, a nuestra edad la ingenuidad tiene otro nombre. Y Guillermo Lasso hace menos daño cuando no toma iniciativas. ¿A los candidatos? No es lo ideal, pero toca: uno de ellos (o ella) será nuestro comandante en jefe. Pero sugiero no preguntarles “qué” harán, porque andan en campaña y son flor de demagogos (todos y toda). Hay que preguntarles cómo. Y solo después, cuándo o con quién. Raspar sus propuestas, hasta el fondo. Porque lo que viene -y ya no es una advertencia- no será un Estado de sitio, sino de guerra.