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Los ‘narco generales’

Avatar del Rubén Montoya

Los ‘narco generales’ son solo un síntoma, uno más, del cáncer terminal que es la droga inyectada en una sociedad que intenta ser libre y democrática

Esta semana una declaración del embajador de EE. UU. en Ecuador, Michael Fitzpatrick, puso por primera vez el dedo en una llaga que nos compete a todos. En una entrevista para el portal digital Primicias dijo que en la actualidad y a pesar de “los éxitos del Estado ecuatoriano en contra de los carteles (de la droga), es obvio que hay grupos dentro y fuera del país que quieren… corromper al sector privado y al sector público”.

El diagnóstico pudo quedarse en ese lenguaje diplomático de la indefinición, que algunos llaman cortesía, pero el embajador fue inusualmente claro: “estamos muy preocupados por la penetración del narcotráfico en el Ecuador y en las fuerzas del orden”. Y para que no queden dudas, apostilló: “Esta semana está el caso de los ‘narco generales’ y ya hemos retirado visas”.

Suele pasarnos: necesitamos que una acción foránea nos recuerde nuestra endeblez institucional. Y nuestra desidia. ¿Creíamos que un problema de la colosal magnitud del narcotráfico sucede sin que exista penetración -por amenazas o sobornos- en nuestras fuerzas policiales y armadas? Los tentáculos de la droga no respetan nada porque su intención es poner al Estado de rodillas y medrar de la ausencia de controles.

El presidente Guillermo Lasso ha pedido nombres al embajador para saber si se trata de generales en servicio activo o pasivo. ¿En serio cree que el problema radica allí? La declaración es gravísima y deberíamos hacer mucho más que pedir nombres o detalles. La droga y sus aliados son un megaproblema y no un asunto que se resuelva pidiendo aclaraciones.

Empieza la tarea por comprender que se requiere una política de Estado, diseñada por expertos y apoyada por toda la sociedad, incluido su Gobierno. Quizás, solo quizás, su solución pase por entender que el asunto involucra aristas que se conectan: conciencia ciudadana, administración eficaz de cárceles, sistema de justicia capaz e independiente, aparatos de control reales, fuerzas del orden respaldadas…

Los ‘narco generales’ son solo un síntoma, uno más, del cáncer terminal que es la droga inyectada en una sociedad que intenta ser libre y democrática.