Premium

¿Qué nos debe?

Avatar del Sara España

Nos deben muchos derechos y muchas libertades, cercenados por la delincuencia, que no es lo mismo que el crimen organizado. Pero aún nos deben más

Ocupo hoy este espacio para resumir lo que me deben las personas que dirigen el territorio en el que habito. Como es campaña electoral oficiosa -¿y cuándo no lo es?-, es oportuno sacar de la memoria esas promesas incumplidas y esos deseos anhelados pero nunca atendidos. Sin más sesgo que el del civismo y la cotidianidad.

Como ciudadana, le recuerdo al presidente, a la alcaldesa, a la prefecta, a los concejales y a los ministros que Ecuador y los ecuatorianos quieren vivir en paz, tranquilos, salir a la calle sin tener que planear la ruta como si fuéramos sujetos amenazados por terroristas que deben cambiar de itinerario cada día para evitar el riesgo. Queremos que la despreocupación nos acompañe al ir a trabajar, al movernos por la ciudad, al ir a comprar, al ir al banco, al hacer un trámite, al llevar a los niños a la escuela, al pasear al perro, al rodar en bicicleta, al ir a tomar algo a una terraza, al ir al cine, al ir a bailar por las noches, al tener una cita, al quedar con los amigos, al aparcar el vehículo en la calle, al bañarnos en la playa, al parar en una gasolinera, al detenernos a ayudar a alguien en nuestro camino, al salir de viaje en carretera, al hacer algo tan simple como caminar.

Nos deben muchos derechos y muchas libertades, cercenados por la delincuencia, que no es lo mismo que el crimen organizado. Pero aún nos deben más.

Pagamos impuestos para tener un Estado funcional. De hecho, empecemos por ahí. A los que pagamos impuestos nos deben que las normas tributarias se apliquen sin privilegios ni puntos ciegos y que el dinero recaudado no se pierda por el desagüe de la corrupción. Nos deben poder ponernos enfermos e ir a un hospital a curarnos, no a ser maltratados porque no te ofrecen ni agua, menos aún medicamentos. Nos deben una educación que no deje para el final a los niños y jóvenes, que se preocupe porque una pandemia no equivalga a perder dos o tres generaciones de estudiantes con lagunas formativas. Nos deben lo mínimo. Ni siquiera lo que ofrecen en campaña. Nos deben que esto sea un país y no un territorio hostil en el que ganan los más malos, los más sabidos y los más influyentes.