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Palabra de Garzón

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Lo que no va a resolver absolutamente nada es negar los fallos, ignorar las quejas y minimizar la dignidad de los pacientes

No he visto nunca que la salud pública se brinde en porcentajes. ‘Le damos, señor ciudadano, un 80 % del servicio de salud en el hospital X, pese a que usted paga el 100 % de impuestos’. ‘En el hospital Z, le damos un 60 % y esperamos poder atenderle en breve con algo más de porcentaje’. Suena absurdo, pero así es como calcula la ministra de Salud ecuatoriana hasta dónde alcanza la atención de la red de salud pública.

A cualquiera que sea paciente o usuario de hospitales públicos le parecerá insuficiente que le atiendan a un 80 %, que le curen al 80 %, que le den el 80 % del tratamiento que necesita. Pero para Ximena Garzón esa cifra es un descargo. Mejor aún. Es un argumento para defenderse de los cuestionamientos: ¿de qué desabastecimiento le hablan médicos y enfermos si hay un 80 % de lo necesario? Suena como si el reclamo cayera en casa ajena. Como si no fuera ella la única responsable -y para eso asumió el cargo- de procurar que el sistema de salud pública ecuatoriano funcione y de hacer los cambios necesarios.

Si la ministra cree que un 80 % es suficiente y es muestra de su compromiso con su función, nada más va a mejorar. El 100 % suena a excelencia o a matrícula de honor cuando, en realidad, que un hospital esté completamente abastecido es solo el punto de partida mínimo de su atención. Es lo más básico. Que tenga lo que necesita para curar o tratar personas.

En eso está de acuerdo el presidente Guillermo Lasso, según reconoció en una entrevista a EXPRESO, pero con un matiz: si los pacientes y los gremios médicos dicen que faltan medicinas y la ministra dice que no, a la que creerá será a la funcionaria que él puso en el cargo y que se juega el puesto si no lo hace bien. Ahí sí pasamos de los porcentajes a la fe.

¿Cambiar a la ministra solucionará los problemas de atención médica? ¿A los directores de hospitales? ¿Cambiar a los pacientes? Lo que no va a resolver absolutamente nada es negar los fallos, ignorar las quejas y minimizar la dignidad de los pacientes. Como si una atención delicada, atenta, oportuna y adecuada a sus enfermedades fuera un lujo caprichoso.