Sophia Forneris | El que mucho abarca, poco aprieta
Ser buen líder o alguien apto para ocupar un cargo de alto mando está impulsado en gran medida por el ego y la confianza
Esta campaña electoral nos muestra cómo algunos candidatos amplifican conflictos para obtener beneficios personales, lo que conduce a una retórica divisiva y obstaculiza la gobernanza eficaz. Cada acción parece estar motivada por el odio. Vemos una competencia por quién produce el tiktok más llamativo y cargado de críticas al oponente para ganar el voto popular. Las propuestas o planes de trabajo han quedado en el olvido. La ciudadanía consume contenido irrelevante en redes sociales en lugar de escuchar soluciones reales a los problemas del país. Estas estrategias solo alimentan el ego de los candidatos, sin aportar valor a la sociedad. El ego (percepción o valoración que un individuo tiene de sí mismo, en especial en relación con sus capacidades, inteligencia e importancia) juega un papel central en la política. Muchos ingresan a ella convencidos de poseer cualidades únicas que los harán excelentes mandatarios.
Ser buen líder o alguien apto para ocupar un cargo de alto mando está impulsado en gran medida por el ego y la confianza en las capacidades propias. También por el deseo de generar un cambio duradero. Sin embargo, el ego debe equilibrarse con la responsabilidad. Un mandatario sin confianza en sí mismo difícilmente podrá aportar algo relevante a una nación en tiempos de crisis como los que hoy enfrentamos. Y existe una línea fina que no debe cruzarse; el ego se convierte en problema cuando influye negativamente en las decisiones o cuando el sentido de superioridad da paso a comportamientos inadecuados. Algunos justifican los ataques y respuestas de líderes políticos bajo el pretexto de que “si lo atacan, tiene derecho a responder”. Pero este comportamiento motivado por un ego desmedido carece de la decencia y el respeto que se espera de quienes ocupan posiciones de alto mando. Hoy parece ser más popular hacerse viral que actuar con prudencia.
La mejor decisión para una nación rara vez es la que beneficia al individuo que la toma. Por eso al elegir a nuestros líderes es esencial evaluar su capacidad para recibir información, su inteligencia emocional y su habilidad para tomar decisiones en beneficio de la colectividad. Solo así garantizaremos un gobierno productivo que no se base en opiniones o intereses de una sola persona.