Sophia Forneris | Calígulas del presente
El problema de todo dictador se origina cuando esa persona desea perdurar en el poder por la eternidad
El emperador Calígula fue, sin duda, uno de los gobernantes más controversiales del Imperio Romano. Su ascenso al poder fue rápido y los primeros meses de su reinado estuvieron marcados por una cordial relación con el Senado Romano. Sin embargo, la luna de miel no duró mucho. Tras su repentina y casi mortal enfermedad en el año 37 d. C., Calígula se volvió cada vez más hostil hacia el Senado, desafiando su poder e impulsando la idea de una monarquía romana sin ellos. No es de extrañar que fuera odiado por los senadores e historiadores de la época.
A principios de su reinado fue muy popular. A diferencia del solitario y paranoico Tiberio, Calígula era joven y carismático. También era hijo de un famoso héroe de guerra y contaba con el apoyo de las legiones. Inmediatamente después de tomar el poder, revocó las leyes impopulares, eliminó los impuestos opresivos y liberó a todos los presos políticos. Con su juventud, encanto y pedigrí familiar, Calígula era visto como una nueva esperanza para el todavía joven Imperio Romano. El recién coronado gobernante completó varios edificios iniciados por el emperador Tiberio, reconstruyó los templos, comenzó la construcción de nuevos acueductos para garantizar el suministro de agua a Roma e incluso construyó un nuevo anfiteatro en Pompeya. También mejoró la infraestructura portuaria, lo que permitió aumentar las importaciones de grano desde Egipto. Esto fue particularmente importante porque durante sus primeros años en el poder Roma atravesaba una escasez de alimentos. Más tarde también se embarcó en lujosos proyectos personales de construcción. Amplió el palacio imperial y construyó dos enormes barcazas flotantes de recreo para su uso personal en el lago Nemi.
Muchas veces hemos visto emperadores jóvenes que lucen muy prometedores, con buenas estrategias y ambición de mejorar la vida de sus ciudadanos. El problema de todo dictador se origina cuando esa persona desea perdurar en el poder por la eternidad.
Esperemos que los nuevos políticos tengan mejor criterio que Calígula y que la voz de los ciudadanos valga más que el beneficio propio.