Sophia Forneris: Hipocresía política
Ya sabemos que la honestidad no es una palabra que forma parte del vocabulario de nuestros políticos
¿Qué clase de hipócrita deberían elegir los votantes como su próximo líder? La pregunta parece cínica pero es la realidad que vivimos en cada elección. Siempre tratamos de discernir cuál es el candidato que tiene los intereses del pueblo como motor principal de su legado. En realidad, es mucho más utópico pretender que la política pueda ser alguna vez sincera. En la cultura griega, por ejemplo, las apariencias podían ser verdaderas porque se basaban en una concepción diferente de uno mismo. Para los delegados, parte de su honor era hablar con convicción y verdad. Para Sócrates, el individuo siempre aparentaba ser alguien diferente dependiendo de qué personalidad era necesaria en ese momento para así garantizar verse como una persona moralmente correcta para el público. No había un alma única y eterna que eventualmente fuera juzgada, como pasa en el cristianismo.
Pero en Ecuador el caso es otro. Actualmente los delegados están dispuestos a mentir con una sonrisa si eso los ayuda a lucrarse más. Estamos acostumbrados a la hipocresía política porque en este país ya es rutinario. Nadie se sorprende cuando un asambleísta termina sus funciones e inmediatamente se cambia a vivir a la isla Mocolí porque ya lo vemos como algo normal. Nos pasamos enjuiciando a las personas incorrectas mientras las que verdaderamente deben ser enjuiciadas disfrutan de lo robado en sus innumerables viajes o fuera de este país.
Lo que siempre terminamos viendo en el Ecuador son delegados que se enriquecen inexplicablemente y después lo atribuyen a su inteligencia para los negocios. En mi opinión, la única forma en que podría contrarrestarse la hipocresía sería quitándole la máscara a todos los candidatos y entender por qué decidieron postularse.
Ya que sabemos que la honestidad no es una palabra que forma parte del vocabulario de nuestros políticos, mucho menos de su accionar, entendamos que la política ecuatoriana está llena de egos. Egos del correísmo, egos de la oposición, egos que en la actualidad no han hecho nada para cambiar los problemas extremadamente urgentes que atraviesa el país.
En mi opinión, si el puesto te queda grande, mejor es renunciar.