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Sophia Forneris: Temas tabú de los que debemos hablar

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El mensaje de paz de San Francisco de Asís está más vigente que nunca en nuestro mundo contemporáneo

No hay presente ni futuro, solo el pasado repitiéndose una y otra vez. Los amplios patrones de comportamiento humano y las tendencias sociales suelen delinear la historia de nuestros conflictos. Esto se atribuye, con frecuencia, a que no hemos aprendido de los errores del pasado, o simplemente hemos olvidado las lecciones ‘aprendidas’.

Para entender el pasado es indispensable hablar de la religión y del impacto histórico que ha tenido, especialmente el catolicismo, a lo largo de la historia de la humanidad.

Muchos hemos escuchado sobre el fallecimiento del papa Francisco, pero pocos comprenden el significado detrás de la elección de su nombre y la relevancia que ello tiene en nuestra sociedad actual.

San Francisco de Asís fue un hombre de paz en una época marcada por guerras y conflictos. En una Europa dividida por luchas entre ciudades y reinos, él predicaba la reconciliación y el perdón.

No promovía la paz por intereses sociales o económicos, sino porque comprendía que el bien debía hacerse por amor a Dios, y el mal debía evitarse por la misma razón.

Ese mensaje ha perdurado en la historia de la Iglesia y de la humanidad, inspirando a miles de personas a transformar su misión de vida.

El mensaje de paz de San Francisco de Asís está más vigente que nunca en nuestro mundo contemporáneo, donde la población se encuentra cada vez más polarizada. Hoy, más que nunca, vemos al prójimo como un enemigo, lo que nos ha cegado ante nuestras similitudes.

Este episodio de la historia católica nos recuerda que, como creyentes (una gran parte de la población ecuatoriana), estamos llamados a trabajar por la justicia y la reconciliación en nuestras comunidades.

Ojalá los buenos católicos que hemos elegido para la Asamblea Nacional lean la biografía de San Francisco de Asís, la analicen y comprendan que el representante sentado a su lado -aunque no pertenezca a su mismo partido político- no es su enemigo.

En un mundo cargado de odio, necesitamos delegados que contribuyan al cambio social, sin olvidar las lecciones del pasado.