Amar no es un error
Cynthia tiene derecho a enamorarse; a vivir un cuento de hadas si es posible. Pero no a poner el amor, su historia de amor, sobre la responsabilidad de una ciudad que necesita tanto.
Mañana 14 de febrero se casa Cynthia Viteri en Playas, provincia del Guayas. Un lunes, sí, día de luna, cambiante, pero al fin y al cabo Día de los Enamorados. Lejos de sumarme a la inquietante censura de nuestra sociedad, me alegra su decisión de enfrentar el enorme desafío de un nuevo matrimonio, porque amar no es un error.
No es un amor convencional, es cierto. Ambos estaban casados cuando Cupido los flechó. ¿Pero alguien se atrevería a decir que el anillo en el anular izquierdo es un escudo que impide enamorarse otra vez? ¡No! Desconozco los detalles de su historia; no sé ni cuándo empezó, ni cómo. Sé lo que es público y se comenta en los distintos círculos en que me muevo. Cynthia le lleva 14 años de diferencia y luce fantástica. Pero en un mundo machista como el que tenemos, no se perdona que sea ella y no él quien aventaje en edad. Que sea ella y no él quien tenga el cargo más importante.
¿Es tan difícil admitir que la rubia alcaldesa se enamoró locamente, apasionadamente, extraordinariamente de un encantador publicista? Sí, es difícil, por donde se lo mire. Celebro empero su fortaleza para no dejarse llevar por los convencionalismos, por lo que dicta la sociedad, por la religiosidad popular, por la familia… Creo además que sus hijos, al verla feliz como se ve, la apoyan y sueltan amarras en favor de ese viaje peculiar que inicia mañana…
Desde joven tuvo una vida diferente. Madre a los 16, abuela a los 40. Reportera, presentadora de televisión, diputada, asambleísta, miembro de un partido político donde los hombres llevaban la voz cantante. La vi sufrir de soledad política en su primera candidatura presidencial, y luego sobreponerse y volver a intentarlo con soltura.
Con todo ese recorrido no le fue difícil ser la sucesora de Jaime Nebot, pero su administración ha sido y es blanco de críticas y denuncias. En su defensa, diré que le ha tocado enfrentar la pandemia de COVID-19, pero eso no es ni podría ser una justificación coherente.
En medio de la pandemia se tejió su nueva historia de amor, divulgada más adelante en redes sociales y por capítulos que se daban a conocer normalmente los viernes. Así nos enteramos todos del anillo de compromiso con un raro diamante oscuro. A mí me encantó, porque siendo diferente, no dejaba de ser un diamante, la piedra más dura y preciosa que se extrae bajo tierra a enorme presión…
Su amor no es un error, y ningún amor en verdad lo es. Solo que las circunstancias de este amor de Cynthia la obligan a poner líneas rojas alrededor de su compromiso sagrado con la ciudad de Guayaquil…
Luce juvenil y atlética, y es atrevida con su atuendo de jeans rotos y camisetas que dejan al descubierto el ombligo. Mi hija Amelia de 20 años se viste así, ¿pero ofende a alguien con su aspecto? ¡No! Ofende sí cuando deja en otras manos sus responsabilidades con la ciudad, cuando comparte o permite el manejo de los recursos económicos de la urbe, que no le compete a nadie, excepto a ella.
Cynthia tiene derecho a enamorarse; a vivir un cuento de hadas si es posible. Pero no a poner el amor, su historia de amor, sobre la responsabilidad de una ciudad que necesita tanto.
Los sabios suelen decir que las promesas de amor no se deben hacer frente al mar, pero hasta en eso Cynthia se impone y se casa mañana en una ceremonia en la playa… Una de sus virtudes es ser valiente, pero Guayaquil necesita también tesón, disciplina, entrega, trabajo, obras… Dejar claras las prioridades y no permitir que las competencias legales sean más importantes que las incumbencias sociales.
Amar no es un error, Cynthia. El error sería olvidar el gran amor que Guayaquil ha tenido por ti.