Campaña sin gusto
Es interesante ver al presidenciable Guillermo Lasso volver a su estilo, arrancando con su campaña al aire libre desde el Itchimbía con lenguaje y atuendo formales.
Días después de haber celebrado Año Nuevo en la playa, y sin mediar una fiesta o quemazón del ‘viejo 2020’, mi hijo nos sorprendió con una pérdida del gusto. Pequeño gran detalle en esta pandemia, por lo cual tuvimos que abrir la puerta de nuestra casa a la COVID y cerrar toda posibilidad de contactos que no fuesen absolutamente necesarios. La mayor preocupación familiar ha sido la abuela, quien aprendió a cruzar sus brazos sobre el pecho, en señal de abrazo, cada vez que habla telefónicamente con uno de sus nietos. El coronavirus ha sido benigno, hasta ahora, y aunque no canto victoria seguimos en el plan de exponernos lo menos posible.
Mis hijos dicen que ha sido un truco de mi parte. Para lograr tenerlos conmigo de mañana, de tarde y de noche, como cuando eran chiquitos, y no a las puertas de esa etapa que los psicólogos llaman el síndrome del nido vacío.
Estos días ‘encerrados’ nos han permitido, empero, dedicarle tiempo a la campaña electoral, que arrancó tan peculiarmente el 31 de diciembre, y hemos hallado motivos para reír y otros para sentir vergüenza. Pocas piezas publicitarias destacan, mostrándonos al hombre y la mujer reales que visten de candidatos.
Sin creerme analista ni mucho menos, es interesante ver al presidenciable Guillermo Lasso volver a su estilo, arrancando con su campaña al aire libre desde el Itchimbía con lenguaje y atuendo formales. No voy a entender por qué (supongo que fueron sus asesores) pretendieron volverlo ‘populachero’, hacerlo hablar cosas que sorprendían, y sorprendían mal.
Andrés Arauz finalmente recibió el alta médica y se lanzó a las calles, con ganas de recuperar tiempo. Es indudable que su campaña la lleva en hombros el correísmo, lo cual es al mismo tiempo su fuerza y su debilidad, su suerte y su desgracia. En un par de ocasiones me ha sorprendido que la gente no conoce su nombre, le dicen “el candidato de Correa” y punto. Tendremos que verlo debatir con sus ideas y las de otros, y será él y nadie más que él, enfrentando ese fuego. Recordemos que los debates se volvieron obligatorios por mandato del Consejo Nacional Electoral.
La campaña más colorida es la de Yaku Pérez y no me refiero únicamente a los tonos multicolores de las pañoletas de Pachakutik y las banderas rojas de los ex-MPD. Minicaravanas y caminatas por doquier y música del saxofón del presidenciable indígena. Pero la gran pregunta que muchos se hacen, y que ni la música ni el jolgorio logran callar, es por qué no aglutina a los demás grupos indígenas. Podría ser que nos sorprenda y en el devenir de los días los veamos unidos. ¿Será?
Xavier Hervas de la Izquierda Democrática se ha ganado el mote del candidato tiktokero. Las nuevas generaciones lo siguen allí, y con bailes y disfraces se hace conocer. Ese factor tan fundamental en una campaña: ser conocido, o mejor dicho que los electores sepan de él. Guayaquileño que hizo su vida en Quito, el tiempo le queda corto, pero está labrando un camino.
Un camino que en cambio se presenta cuesta arriba para Isidro Romero, justamente por esas nuevas generaciones que no lo conocieron allá por los años 80 y 90, cuando era toda una figura en el quehacer ecuatoriano. La gente joven en general apenas sabe que en 1995 como presidente de Barcelona llevó al equipo al campeonato y que en 1996 encabezó la lista de diputados provinciales del Partido Social Cristiano. Aunque varias de sus empresas siguieron en Ecuador, Romero cambió su residencia a España, regresando para esta carrera presidencial.
Lamento que el candidato a la presidencia César Montúfar haya rechazado los fondos para la campaña designados por el Consejo Nacional Electoral. Es un candidato consecuente con su discurso, digno. Pero la dignidad no paga las cuentas, como lo diría la asesora política Alia María Ycaza. “Dime, cuando vas al supermercado, ¿dónde está la caja de los dignos?”. Y respondía “No existe”. La dignidad tiene valor, pero hay cosas que tienen precio y hay que pagarlo. Sin dinero, evidentemente, no hay campaña electoral. La competencia de las chequeras es otra cosa e, indudablemente, tema para después.
Junto a la mesita de entrada en mi casa, luce como adorno un monigote del chavo del 8. No pudimos quemarlo, tampoco tener música bailable, o cebiche al amanecer del 1 de enero... Debí imaginar una primera semana del 2021 trastocada, pero con bendiciones.
¡Que estas bendiciones nos alcancen a todos!