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Ilustración columna Tania
Si nos enfocáramos más en las cosas buenas, empezaríamos a cosechar otros frutos no contaminados de amarguraIlustración Teddy Cabrera

¿El deporte nacional?

El nivel de rabia y la competencia de insultos parecieran revelarnos como una sociedad agrietada por el odio.

Mi amiga Luz María regresa al Ecuador después de unas semanas, y se planta frente a mí, en la cocina, y me pregunta sin más: “Y ahora, ¿contra quién es la guerra?”. Casi sin pensar, admito la guerra y le respondo: “Contra La Posta”. Es ella quien me hace caer en cuenta de este “deporte nacional” de hacer flecos a la gente, mereciéndolo o no; tirando a matar; haciendo leña del árbol caído. Basta con ingresar a una de las redes sociales, para encontrar botafuegos por doquier. El nivel de rabia y la competencia de insultos parecieran revelarnos como una sociedad agrietada por el odio.

No pretendo justificar el primer programa de ‘La posta XXX’. Sus protagonistas se equivocaron y si quisieron convertirse en tendencia, lo lograron, para mal. Pero de allí a tildarlos de lacra social o delincuentes, hasta pintarles de rojo llamados a usar gasolina contra ellos, hay un abismo. Muy mal lanzar dardos; hacer acrósticos ofensivos; horrible. Pero no hay castigo más grande para un periodista que el público ganado con investigaciones serias, empiece a dudar de su trabajo, restándole credibilidad.

Ahora, con este pretexto, reaparecieron con bríos aquellos que han buscado someter a la prensa a leyes que socavan el derecho humano a la libre expresión, a la información y a la opinión por cualquier medio, como si esa noche del estreno de ‘La posta’ en televisión abierta no hubiesen existido otras opciones en toda la programación de la pantalla chica.

En medio de la oleada de críticas, aparecía el resultado de una investigación de la periodista Diana Romero para la Fundación Periodistas Sin Cadenas, revelando “la anatomía de los ataques digitales” contra varios comunicadores y dirigentes que fueron señalados como ‘Enemigos de Guayaquil’ semanas atrás, por cuestionar e investigar la gestión de la alcaldesa de Guayaquil. Quedó claro que detrás de la campaña de desprestigio había un troll center como aquellos que funcionaron durante el correísmo. No me sorprendería que viejas y vergonzosas prácticas como esta se hayan activado ahora para pescar a río revuelto, aprovechándose de la práctica de este deporte nacional de la maledicencia.

Tenemos que parar. Colgar los guantes de la pelea. Nuestra sociedad no puede avanzar avivando una llama de odio. Si nos enfocáramos más en las cosas buenas, empezaríamos a cosechar otros frutos no contaminados de amargura.

Guayaquil está celebrando los pregones de sus fiestas julianas, con una agenda pos-COVID que resulta atractiva después del largo encierro. El equipo olímpico más nutrido de toda la historia del Ecuador está llegando a Tokio para las Olimpiadas 2021 y no deja de ser emocionante y ejemplar tantas historias de superación de nuestros deportistas. Y quizá lo más importante en estos días, se avanza aceleradamente en el plan de vacunación nacional, que no es perfecto pero es bueno, porque cumple con la mayor preocupación que tenía el país sobre el acceso a las vacunas. Las tenemos. Y así, más de 4,5 millones de ecuatorianos ya han sido inoculados, y de ellos 1,5 millones han recibido las 2 dosis de la vacuna contra el coronavirus. En los próximos días habrá 10 millones de vacunas más para la fase masiva de vacunación que no tendrá restricciones de edad.

Hay motivos para celebrar y alegrarse. Hay razones para salir de esa burbuja de pesimismo y descontento que pareciera cubrirnos. Depende de cada uno. Más allá de las crisis personales, siempre hay esperanzas, motivos y razones para vivir y sonreír.

El cuerpo sigue a la mente, dicen los sabios. Ojalá y entendiéramos que esa mente es capaz de ser nuestro mejor aliado o el más grande enemigo. Y podemos conducirla, para que no se desvíe a la práctica de ese malhadado deporte nacional de la rabia.