Ilustración columna Tania Tinoco
Exigencias insensatasIlustración Teddy Cabrera

Exigencias insensatas

Pretender que la Cancillería actúe como agencia de viajes y turismo es un ejemplo de cuán desubicados estamos a la hora de exigir sin corresponder.

Confucio decía: “Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás”. Me atrevo a complementar esta frase diciendo que eso nos evitaría muchos problemas, pues no podemos o no debemos poner en manos de otros lo que nos corresponde resolver a nosotros mismos.

Pretender que la Cancillería actúe como agencia de viajes y turismo es un ejemplo de cuán desubicados estamos a la hora de exigir sin corresponder. Parecía mentira lo que leíamos en redes sociales; mensajes de familiares de compatriotas que más allá de buscar una evacuación desde Ucrania, esperaban que el vuelo charteado por el Gobierno “los dejara por Europa” y hasta con visas para permanecer allí. No eran los únicos mensajes inquietantes. Hubo un compatriota que exigía como condición para evacuar, espacios para otras 15 personas, no ecuatorianas. Y así por el estilo.

Sé que resulta fácil criticar y cuestionar desde la tranquilidad de nuestros hogares en Ecuador, donde no hay sirenas anunciando bombardeos ni la terrible amenaza de llegar hasta un ataque nuclear. Sé que no somos las madres ni los padres de los 700 y más de ecuatorianos que estudiaban en Ucrania, y que no nos carcomía el miedo de que nuestros hijos fueran las siguientes víctimas de una guerra espantosa como la que se está viviendo. Pero de la solidaridad a la insolencia hay un abismo, y me sorprende en demasía lo desubicados que estamos como sociedad.

“No debería sorprenderte”, me espeta mi amigo Shariar, convencido de que la verdad está siendo sobrepasada por los sistemas de trolles encargados de manipular la opinión pública, al punto de irla convirtiendo en una sociedad en la que reinan la ira, la reclamación, el conflicto, la demanda insensata... “Fueron sorprendidos por la guerra”, me insiste. “El Estado ecuatoriano no los obligó a estar allí”. Shariar una vez más tiene razón, y con él coincidirán muchísimos ecuatorianos sensatos, que los hay. Sin duda ellos también se preguntan: ¿Por qué estamos permitiendo que el cinismo nos invada? ¿Por qué estamos maleducando a las nuevas generaciones? ¿En qué momento dejamos de enseñar e imponer valores?

Estamos mal si nuestro ejemplo intenta normalizar la exigencia sin pago. El derecho a obtener tal o cual cosa sin merecerla. Por eso es que los sabios desaconsejan la gratuidad, porque es común regalar solo aquello que no vale, que no nos gusta, que no nos queda, que nos sobra… Quizás no se hizo valorar lo suficiente las implicaciones de un plan de evacuación de Ucrania y los vuelos charteados sin costo para los estudiantes. Suena fácil decirlo. Ha demandado mucho esfuerzo y recursos. ¿Ven por qué me he sorprendido tanto y tan profundamente con las exigencias de las familias de los ecuatorianos que han logrado huir de Ucrania?

Son loables, en cambio, tantas muestras de bondad y generosidad recibidas. Familias polacas dando espacio a los nuestros. Vecinos de la frontera entre Ucrania y Polonia ofreciendo café y pan a los caminantes. Religiosas acogiendo a los nuestros, como si fuesen sus familiares… Y en estos ejemplos no puedo dejar de destacar el accionar del canciller Juan Carlos Holguín, obteniendo incluso permisos de residencia temporal de emergencia, hasta que nuestros compatriotas puedan retornar a Ecuador.

De sus referencias, ninguna más real que verlo actuar. Ha hecho mucho más de lo que podía esperarse de un diplomático joven, sin experiencia en momentos de guerra. Ha mantenido la calma hasta cuando le fueron a patear las puertas del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Cuando ya no pudo más de la presión incluso absurda que soportaba, publicó en Twitter la carta de un padre de familia pidiéndole una visa de turista para su hijo, porque había decidido permanecer en Europa y no abordar el vuelo humanitario desde Polonia.

Cuando todo esto pase, y con eso mi plegaria por el fin de esta guerra, no olvidemos sus lecciones. Agradecer por la paz. Reconocer a los nuestros. Y no exigir lo que no corresponde.