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Ilustración columna La grieta
Ojalá tomáramos conciencia de ella, de cómo está presente, peligrosa y real. l.ustraciónIlustración Teddy Cabrera

La grieta

No hallo otra forma de explicar lo que está pasando en Ecuador, luego del sorprendente nivel de emociones que generó la boda del hijo del vicepresidente

¿Qué te hicimos Ecuador? En qué momento de nuestra historia reciente el antagonismo dio paso a la irascibilidad? ¿Cuándo fue que la rabia abrió una zanja en nuestros pies y empezó el suelo a resquebrajarse? Debo suponer, amigos lectores, que “la grieta” la sienten igual que yo, con el botafuego de las redes sociales. Con el ejercicio constante de tirar piedras a toda opinión distinta.

No sabía del concepto social de “la grieta” hasta que escuché la explicación del maestro de la semiótica, Marcelo López. Un tipo genial, argentino, radicado en Chile; un estudioso constante de las realidades del mundo actual. La grieta es una de ellas; un conjunto de fisuras peligrosas y venenosas que suelen sumergirnos en la amargura, entre otras cosas.

No hallo otra forma de explicar lo que está pasando en Ecuador, luego del sorprendente nivel de emociones que generó la boda del hijo del vicepresidente.

Que si la carta de la wedding planner era prepotente, lo era. (Solicitaba ocultar con vallas ciertos lugares del centro histórico de Quito, y sacar a los mendigos de la Plaza, entre otras exigencias absurdas). Que si el segundo mandatario no pidió ni exigió nada, pues ya, aclarado. La planificadora de eventos podía solicitar la luna y las estrellas. El Municipio de Quito estaba en su derecho de decir sí o no, y punto. Pero lo que hemos visto y leído en redes sociales nos revela una sociedad quebrada, dispuesta a quemar si alguien prendía un cerillo.

Qué nivel de insultos! Qué crítica tan ponzoñosa! Qué tristeza advertir que hasta los más jóvenes entraron en el baile del odio.

Por desgracia, la boda del hijo del vicepresidente con la modelo de Victoria’s Secret no es un caso aislado: la violencia del antagonismo que puede ser fatal, avanza, crece, se fortalece…

Como si no les bastara con los insultos a Jorge Yunda, el polémico alcalde de Quito, recibió hace unos días una amenaza de muerte. Sin pretender defenderlo o acusarlo en sus líos con la justicia, resulta grave que a través de Twitter le digan: “Tenemos la orden de bajarlos”, refiriéndose a él y a su hijo. Solo se entiende la advertencia si aceptamos el peligroso nivel de violencia verbal que estamos viviendo; a un paso de volverse física; a un paso de deshumanizarnos.

Debemos entender que las autoridades cumplieron con su obligación de investigar, pues tomarlo a la ligera solo iría en dirección contraria a La Paz que necesitamos rescatar.

Los estudiosos hablan de fórmulas muy sesudas para enfrentar la grieta; de decisiones compartidas entre sociedades y estados, que partan del reconocimiento de cuán grave es todo esto. Con toda humildad propongo, mientras tanto, trabajar en la aceptación, en el reconocimiento de una sociedad polarizada cuyo efecto nos envenena. En la reflexión personal traigo a mi mente el bello rostro de mi amiga Bibi, a quien digo hasta el cansancio que los grises también existen. Que el arcoíris está allí para mostrarnos los colores: porque las cosas no son ni pueden ser solo blanco o negro. Con ella no hay medias tintas, me dice, no se puede ceder en los principios, apunta. Entonces volvemos a la discusión que desemboca una y otra vez en la tristeza compartida de un Ecuador marcado por ‘la grieta’. Ojalá tomáramos conciencia de ella, de cómo está presente, peligrosa y real.