Hablemos de amor
El amor es el tercer motor comercial después de Navidad y el Día de la Madre. Sus productos estelares son los perfumes y los bombones
Tanto he hablado de política en estos días, que para marcar distancia me propuse escribir sobre el amor, tomando en cuenta además que este domingo es 14 de febrero, San Valentín, la fecha del amor y la amistad, ¡el día de los enamorados! Confieso que con esta última celebración me identifico y llevo una semana adornando la mesa del comedor con corazones de cristal, servilletas rojas, rosas y bombones… Me reconozco cursi y por eso los detalles ya no sorprenden a mi familia. En realidad hasta oigo risitas a mis espaldas y yo también me río. Entonces reafirmo que el amor empieza por mí, buscando amar por amar sin esperar nada a cambio.
Solo que el amor no puede mirarse únicamente de manera romántica. El amor es vital, sí. Te da razones para vivir. Te da belleza, compasión, alegría. Todo eso es cierto, pero hay más. El amor se mira también como una industria y como el tercer motor comercial después de Navidad y el Día de la Madre. Sus productos estelares son los perfumes y los bombones. Les siguen las flores y las tarjetas con palabras de amor.
Una reciente publicación que menciona a Procosméticos, entidad que agrupa a las empresas productoras y comercializadoras de fragancias y cosméticos en Ecuador, da cuenta de una facturación de aproximadamente 90 millones de dólares mensuales, que se incrementa en el mes de febrero al menos un 15 %. Este sector de la economía nacional da trabajo directo a 4.000 personas y de forma indirecta a 500.000. Aquí no hemos considerado la chocolatería ecuatoriana, cada vez con mayor reconocimiento internacional. Nunca olvidaré la imagen de la presentadora Oprah Winfrey tomando en sus manos una barra de chocolate Pacari de hierbabuena y diciendo que era su preferido. El mío también. Y el mejor del mundo, según las catas especializadas de chocolates.
Si hablamos de amor y sus símbolos, las rosas ecuatorianas gozan de un reconocimiento de primer orden, de manera especial por sus tallos largos y gruesos, consecuencia del sol de la mitad del mundo. Hoy deben adornar tantos lugares, incluso lejanos, como Rusia y Japón. Hoteles de lujo, salones de banquetes, oficinas de corporaciones y al mismo tiempo pequeñas mesas de noche cuya simplicidad realza la belleza de la flor. Quiero creer, amigo(a) lector(a), que en su casa hoy tiene al menos una rosa, con su tallo sumergido en agua, a la que va a observar detenidamente, esperando que abra los pétalos y que despliegue su fragancia. Es también un gesto de amor. ¿Lo duda?
Dicen que seis sectores de la economía ecuatoriana se ven tocados favorable y directamente por el Día del Amor y la Amistad, pero se van descubriendo otros emprendimientos que también mueven las finanzas, los corazones y los paladares. Los desayunos a domicilio por ejemplo: todo un éxito en los días previos a San Valentín. Y la pastelería con adornos de corazones y los colores color rojo y rosa por doquier.
Son gestos valiosos que no pueden ni deben evadir lo básico: el amor se demuestra, se declara, se reconoce. Por eso, aunque las palabras jueguen un rol importante, y los hechos aún más, es imperativo hallar la manera de expresarse y de ser entendido. El problema, muchas veces, no es la falta de amor, dicen los expertos, sino la manera errónea de expresarlo.
Quizás por eso el novelista y poeta canadiense Leonard Cohen acuñó una frase que parece simple y se hizo célebre, para evidenciar la supremacía del amor. “El amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males”.
Feliz día de los enamorados.