Llamado a elecciones
Nos acercamos a una campaña atípica, con nuevas modalidades que no descartan aplicaciones como TikTok o la implementación criolla del carro-karaoke
Tras la convocatoria a elecciones generales para el próximo 7 de febrero de 2021, el Poder Electoral ha elevado su categoría a superpoder, de acuerdo con lo establecido en el Código de la Democracia.
A partir del 17 de septiembre, el Consejo Nacional Electoral ha pasado a ser la máxima autoridad del país, con capacidad para sancionar y destituir a cualquier servidor público que obstaculice su organización de las elecciones generales. Así, sus consejeros han obtenido un blindaje especial que durará hasta el próximo 24 de mayo de 2021. Dicho de otra manera: Diana Atamaint es más poderosa que nunca.
Las inscripciones formales tienen plazo hasta el 8 de octubre próximo. Nadie que no fue calificado como candidato en las ‘primarias’ de su partido o movimiento auspiciante podría ser inscrito formalmente por el Consejo Nacional Electoral, CNE.
En esta campaña, sin embargo, el poder no estará solamente en manos del CNE. En la práctica estará también en la creatividad y estrategia para acortar las distancias entre candidatos y electores en un clima de pandemia. No sé cómo lo van a lograr y si lo lograrán, pero pongámonos a pensar, por un momento, cómo será el relevo de los tradicionales mítines, de los recorridos puerta a puerta, las reuniones y concentraciones. Todo eso y más será prohibido, quedando en el pasado. Y aunque la reina de la transmisión de noticias y mensajes electorales seguirá siendo la televisión abierta, los medios digitales tendrán más oportunidades que nunca. No es poca cosa saber que el 40 % de los electores ecuatorianos son jóvenes y que su interacción en redes sociales y medios digitales ha alcanzado niveles extraordinarios.
Así, nos acercamos a una campaña atípica, con nuevas modalidades que no descartan aplicaciones como TikTok o la implementación criolla del carro-karaoke. Las gorras y camisetas entregadas en el pasado, serán cambiadas seguramente por mascarillas y geles. Los candidatos tendrán el desafío mayor de acercarse, pero en medio de la obligación de mantener el distanciamiento.
No olvidemos que nos vamos adaptando a una nueva realidad, como consecuencia de la pandemia. Una pandemia que no se ha ido, que sigue sobre nosotros, que mantiene en riesgo a la población y que puede ser aun más peligrosa para los candidatos obligados a dejar los abrazos, los selfis con sus seguidores y el contacto físico con ellos.
En sus ‘relatos de campaña’, como lo dicen los estrategas políticos, los candidatos tendrán que ofrecer respuestas sanitarias urgentes, y en paralelo señalar el camino de la reactivación económica que conlleva a enfrentar el principal problema que reconocen los ecuatorianos: la falta de trabajo.
Me pongo por un instante en los zapatos de los presidenciables y hallo de inmensa responsabilidad hacer promesas de campaña sobre el número de empleos que se pueda crear en un Ecuador hecho añicos. Sonaría casi temerario prometer milagros, pero basta mirar a nuestro alrededor para aceptar que tenemos un país naturalmente rico, desafortunadamente empobrecido, asaltado, vejado… ¿Quién me contagia de esperanza?
Hay 4.280 aspirantes en la carrera electoral, tomando en cuenta las listas de candidatos provinciales y nacionales a la Asamblea, además de una quincena de binomios aún por inscribirse oficialmente. El 9 de octubre, cuando celebremos el bicentenario de la independencia de Guayaquil, podremos saber con exactitud cuántos entrarán en la carrera para llegar al Palacio de Carondelet.
La autoridad electoral ha adelantado un ajuste presupuestario acordado con el Ministerio de Finanzas: 114,3 millones de dólares para la organización de los comicios de febrero.
El Fondo Monetario Internacional ha tenido acercamientos con los candidatos más opcionados y eso parece ser una buena señal. Las elecciones en pandemia ameritan acuerdos que antes no parecían necesarios y obligatorios. La COVID-19 lo cambió todo y quien no lo aceptó no está listo para seguir adelante. Me inquieta esta campaña electoral, pero me obliga a ser veedora; nadie está impedido de serlo. ¿Me acompañan?