Ilustración columna de Tania Tinoco
IlustraciónIlustración Teddy Cabrera

El primer paso

Conocidas son sus dotes de gran administrador, pero tendrá que hacer malabares para llenar las arcas del Estado y poder cumplir lo que prometió.

El gran Winston Churchill decía: “Si abrimos una disputa entre el pasado y el presente, encontraremos que hemos perdido el futuro”. Ojalá esta fuera una de las frases que inspiren al nuevo presidente, a punto de asumir un mandato crucial, en medio de la pandemia mundial por el coronavirus y una grave crisis económica interna.

Ya no es el candidato que por 12 años recorrió el país; ya no es el banquero que posicionó entre los primeros al Banco de Guayaquil; ya no es solamente el esposo de María de Lourdes, padre de cinco hijos y abuelo de siete nietos. Es el presidente del Ecuador, el primer servidor público de 17 millones de ciudadanos, llamado a dejar el pasado. Y cuando digo “dejar el pasado” me refiero a la necesidad de quitarse todo compromiso, apego, resentimiento incluso, que le impida actuar como un estadista. Dejar también redes sociales como TikTok, impropias de un jefe de Estado para responder con bromas lo que parece serio.

Lao Tsé decía que “los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos” y nadie para saberlo mejor que el presidente saliente. Lenín Moreno debe tener variopintas reacciones en estos mismos momentos, lamentándose tal vez por lo que quiso y no pudo hacer. Quizás se sienta satisfecho por haber cumplido su promesa de volver a la libertad de expresión, de respetar la independencia de los poderes, de haber manejado con tino rebeliones como la de octubre de 2019. Sin embargo, cuánto dolor por sus promesas devenidas en deudas, como aquella de crear 250 mil plazas de empleo cada año, construir 325 mil viviendas durante su mandato, reducir drásticamente la desnutrición infantil, hacer la cirugía mayor contra la corrupción, entre tantas otras.

Lamentarse no ayuda en nada. Tampoco quejarse por lo que no fue. No debemos esperar que el nuevo presidente justifique lo que no pueda hacer porque la mesa no quedó servida. No ha necesitado este periodo de transición para conocer las verdades del gobierno saliente y sus cifras en rojo. Su pensamiento debe estar enfocado en la urgencia de un plan efectivo de vacunación contra el coronavirus y su promesa de inocular a 9 millones de ecuatorianos en los primeros 100 días de gobierno. Arrancar con un plan inédito para crear un millón de empleos productivos, mientras reabre y fortalece 900 escuelas rurales. Todo acompañado por la urgencia de poner en azul el cuaderno de las cuentas de gobierno, mientras logra la ansiada gobernabilidad en armonía con todos los poderes del Estado.

No puedo ni imaginar la presión que tiene el nuevo primer mandatario y el cúmulo de reclamaciones que se le avecinan. Llega con pactos que no serán fáciles y también con pactos rotos y su altísimo costo. Conocidas son sus dotes de gran administrador, pero tendrá que hacer malabares para llenar las arcas del Estado y poder cumplir lo que prometió.

Qué tipo de ciudadanos seríamos si no le damos un voto de confianza. Si dejamos de creer que un mejor mañana para el Ecuador es posible. Que Guillermo Lasso está listo para convertirse en un líder de cambio, convirtiéndonos en un país del encuentro.

Dicen que el primer paso no te lleva a donde quieres, pero te saca de donde estás… Estemos, pues, dispuestos a movernos, a caminar, a volver a empezar.