El retorno del chupacabras
El mito de este animal ha vuelto, con la terrible pérdida de unas 1.200 ovejas muertas en 21 comunidades rurales de la provincia de Cotopaxi
Mi amigo Antonio Sola suele decir que para estar bien parados ante la realidad, es preciso salir de nuestro metro cuadrado: Dejar de escuchar las voces que normalmente oímos. Prestar atención a personas que no están en nuestro círculo familiar, laboral, social. Hacer el esfuerzo por mirar las cosas desde otra perspectiva.
Tiene tanta razón y lo acepto como crítica, cuando me quedo sorprendida, por ejemplo, del sufrimiento en 21 comunidades rurales de la provincia de Cotopaxi, donde el mito del chupacabras ha vuelto, con la terrible pérdida de unas 1.200 ovejas que han aparecido muertas en los últimos días.
Un reportaje de la televisión mostraba las imágenes de los comuneros con sus rostros dolidos y desesperados, mientras se protegían del frío con ponchos multicolores. Contaban que se han dividido en cuadrillas para seguir el rastro que pudo haber dejado el chupacabras. Técnicos del Ministerio de Ambiente instalaron cámaras para detectar manadas de perros salvajes, que a su criterio, pueden ser los causantes de la mortandad de las ovejas.
En su candidez los comuneros indígenas hablaban de los -borreguitos sin sangre- describiendo la manera en que los cuerpos de sus ovejas han quedado en los campos.
No es la primera vez que se habla del chupacabras en Ecuador. En noviembre de 2015, se decía que este animal era el causante de la muerte de reses en Azuay. En julio de 2016 se insistía en su presencia en Cotopaxi. Nunca se halló al chupacabras, como tampoco fue hallado en otros países latinoamericanos donde ocurrían fenómenos parecidos.
El investigador estadounidense Benjamín Radford llegó a la conclusión de que el chupacabras es un mito, y que los animales causantes de la muerte de reses, ovejas y otros son perros salvajes y coyotes. Un estudio de la Universidad A&M de Texas coincidió en que el chupacabras puede confundirse con otros animales salvajes, que al padecer sarna en graves niveles, han adquirido una apariencia física distinta.
Es válido entonces el diagnóstico preliminar de los técnicos del Ministerio de Ambiente en Cotopaxi, pero quedarnos con el diagnóstico no resuelve la dolorosa situación de las 21 comunidades rurales donde la miseria se extiende. Las familias de dichas comunas viven de la cría y comercio de ovejas. Cada animal cuesta en el mercado entre 120 y 180 dólares, y se han perdido unas 1.200 ovejas.
Cuando se ha mostrado esta situación, crece la esperanza de los comuneros en una salida. Pero ocurre tantas veces que como prensa minimizamos situaciones así, favoreciendo con espacios a los escándalos del momento. Mea culpa también.
Un periodista local de Cotopaxi decía días atrás –dennos lugar, espacio, tiempo-. Y su reclamo era justo. A veces no nos damos cuenta del Ecuador profundo que yace fuera de las principales ciudades, y de los escándalos políticos del momento.
Nos equivocamos al creer que las principales preocupaciones nacionales están en lo que pasa en la Asamblea, en el Palacio de Gobierno, en los municipios de Guayaquil, Quito, Cuenca. No es cierto. Puedo apostar que los comuneros de Cotopaxi no están interesados en los debates políticos; O en la lentitud de la tercera dosis de vacunación, ni en lo que está pasando con los taxistas de la capital. Lo suyo es una pelea de vida, pues su subsistencia está en peligro.
Su realidad no difiere demasiado de la que prima en las zonas populosas de Guayaquil, donde la muerte acecha en cada esquina. Pero al menos en el Puerto Principal se cuentan los muertos, aun siendo horrorosas estadísticas sin nombres; Pero en la ruralidad ni eso.
Si a los periodistas nos toca abrir el panorama, saliendo de nuestro metro cuadrado, a las autoridades aún más.