Salvemos a Zaruma

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Hace al menos 15 años se dio la voz de alerta y en 2016 se produjo el primer gran socavón.

Escribo con el corazón roto. Miro hacia atrás y los recuerdos me duelen… Había una calle por donde mis primos y yo solíamos bajar y subir en ese pueblo mágico llamado Zaruma. La vía no está más. Al menos como era. La casa de las flores sigue en pie, aunque vacía, originalmente la residencia de una prima de mi madre con un primoroso jardín… Los que se han quedado, dicen que sus paredes crujen. Mi primo Christian viajó antes de Navidad para evacuar a su madre. Mi tía Chela vivía en la planta baja de la que alguna vez fue la casa de mis abuelos, con fachada de madera y yeso; ventanas de barajas y frescos en los tumbados. Las hijas de mi prima Tana, hoy residentes en Quito, contaron en Twitter cómo tuvieron que sacar a sus padres y abuelos, dejando en suspenso lo que había sido su negocio de años: El manjar San Martín. Créanme, era el mejor dulce de leche artesanal; elaborado en pailas de bronce, movido por horas con una pala de madera. Según mis nulos conocimientos culinarios, era eso lo que le daba su toque especial.

Pero hablarles de mi familia materna y recuerdos de infancia no es importante, sino preguntar, en voz alta, cual es el futuro de Zaruma, esa ciudad colonial patrimonio cultural del Ecuador desde 1990 y que desde 1998 esperaba en la lista de la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

La respuesta no la tiene nadie, aunque José Jaramillo Aguilar, presidente del Comité pro-defensa de Zaruma, está convencido de que existe voluntad política, al más alto nivel, para salvarla.

Fue uno de los zarumeños que participó en la manifestación del 4 de Enero en la Plaza de la Independencia en Quito, ingresando con otros al Palacio de Gobierno para hablar con las autoridades. En una larga sala de sesiones escuchó planes y propuestas, siempre con la participación del Colegio de Ingenieros del Ejército.

Para mí, la mayor demostración del genuino interés del régimen por rescatar a esta ciudad fundada en 1595 en el mismísimo cerro de oro de Zaruma, (bautizado así por los primeros conquistadores españoles) ha sido la presencia del Jefe de Estado. Guillermo Lasso la visitó el 16 de diciembre, un día después de producirse el tercer gran socavón en la zona; y después, tal como prometió, volvió este 5 de enero para inspeccionar los trabajos de emergencia. Para entonces ya se había decretado el Estado de Excepción por 90 días y 150 militares han estado patrullando la ciudad.

Pero por increíble que parezca, la fiebre por el oro no se ha enfriado. En medio de la tragedia y el peligro, mineros no identificados han seguido arañando las rocas, metiéndose en los túneles y martillando la piedra en búsqueda de ¨la veta¨. Así le dicen a esa huella brillante que aparece en las paredes y que la siguen con enorme y mortal ambición. Hace una semana, hallaron dentro de varias casas, en medio incluso de las salas, boca túneles para penetrar los oscuros caminos para buscar oro.

Un estudio de la Universidad Central de Quito, dice que las primeras galerías subterráneas se abrieron en los años 50, a unos 300 metros por debajo del centro de Zaruma. Con el tiempo, esa red de túneles fue creciendo y ascendiendo desde la roca resistente hacia capas mas superficiales, de roca suave. No hubo quien pare y regule la explotación aurífera, y la erosión hizo lo suyo, debilitando al máximo el cerro que sostiene la ciudad.

Hace al menos 15 años se dio la voz de alerta y en 2016 se produjo el primer gran socavón. Cuando se ha producido el tercero, el pasado 15 de diciembre, 54 casas patrimoniales han quedado en máximo riesgo y 300 personas directamente afectadas.

Se planea colocar pilotes para reforzar primero la estructura del casco central; luego rellenar los túneles que permanecen abiertos y más tarde remediar… Suena a mucho trabajo y lo entiendo poco, pero me quedo con la esperanza que barniza como bálsamo mi corazón roto. Salvemos Zaruma, será posible si participamos todos.

  • El estudio

Una investigación de la Universidad Central de Quito dice que las primeras galerías subterráneas se abrieron en los años 50, a unos 300 metros por debajo del centro de Zaruma. Con el tiempo, esa red de túneles fue creciendo y ascendiendo desde la roca resistente hacia capas más superficiales, de roca suave.