A la universidad
La eliminación del examen de ingreso puede traer dificultades mayores y no garantiza precisamente el libre ingreso a la universidad. La razón principal es económica.
Nuestro papá desarrolló muy pocas habilidades domésticas. Cuando éramos chicos hacíamos bromas sobre su nulidad en la cocina y en los demás menesteres de la casa, de los que simplemente se encargaba mi mamá. Una enfermera profesional, quien después de casarse colgó su cofia para dedicarse al voluntariado y la familia. Un día, aprovechando la visita de nuestra abuela Zoilita, le preguntamos por qué nuestro papá no había aprendido los quehaceres de la casa, a lo que ella contestó orgullosa: “Porque mi hijo es doctor”. Nos pareció un chiste y nos reímos mucho, pero lo que parecía una broma, resumía la importancia que le daban nuestros mayores a la educación universitaria.
Aun hoy, en la casona familiar de Arenillas, signada como parte del patrimonio cultural de la zona, en la puerta de entrada sigue un letrero de madera y letras en alto relieve que dice: Dr. Colón Tinoco Pineda, abogado.
Posiblemente muchos de ustedes se sentirán identificados con esta historia, pues los padres de ayer y de hoy, aunque de distintas maneras, seguimos creyendo en que la formación universitaria puede abrir las puertas de un mejor futuro para nuestros hijos. En eso pensaba cada vez que tenía que pasar por las afueras del plantel donde se tomaba el examen de ingreso para la universidad, que se impuso como obligatorio para el bachillerato y que calificaba los conocimientos de los jóvenes para obtener un pase a las escuelas politécnicas y universidades públicas.
La prueba se llamaba Ser Bachiller y era el terror de muchísimos estudiantes y padres de familia. Solo que pasar el examen, no garantizaba a los bachilleres estudiar la carrera que buscaban. Recuerdo casos en que les decían cosas como esta: “Sí, usted está calificado para ir a la universidad, pero no hay cupo en Medicina, puede acceder a otra carrera (con menor demanda) o esperar un año o más, hasta que se abra un cupo”. En tiempos de pandemia, y con denuncias de corrupción en ciertos establecimientos educativos, la prueba Ser Bachiller dio paso al EAES, Examen de Acceso a la Educación Superior, vigente desde el segundo semestre de 2020 y que se acaba de eliminar en cumplimiento de una promesa de campaña del presidente Guillermo Lasso.
El nuevo secretario de Educación Superior, Alejandro Ribadeneira, anunció que la nueva prueba, a la que se ha llamado ‘Transformar’, no será de conocimientos sino de aptitudes. Se basará en un test de orientación vocacional, que identifique habilidades, intereses y preferencias de los estudiantes.
No queda claro si se busca mejorar la calidad de la educación superior o ampliar su cobertura, pero el hecho de que se tomen en cuenta las aptitudes de los jóvenes ya es un punto importante. Suelo decirles a los grupos de estudiantes que me piden hablar de las carreras profesionales, que es fundamental descubrir qué quieren hacer en el futuro, en qué campo se ven desarrollándose. Les digo que si aman lo que hacen, jamás el trabajo les será forzoso.
La eliminación del examen de ingreso puede, sin embargo, traer dificultades mayores y no garantiza precisamente el libre ingreso a la universidad. La razón principal es económica. Ahora mismo, se ha establecido que el 40 % de los aspirantes a la universidad en el país no tendría un cupo para ingresar, al menos que se cambien las asignaciones presupuestarias del Estado. ¿Puede pasar? Será difícil, pero no imposible.
Cuando mis hijos escuchan las historias del abuelito Colón, a quien ‘se le quemaba el agua’, no pueden creer que no era capaz de cocinar. Tanto Tommy como Amelia se desenvuelven bien en las tareas domésticas, aunque si estoy presente me dejarán la tarea de lavar los platos. Estoy acostumbrada. Total, que yo conozca, ningún título universitario te libra de tender camas y limpiar baños y preparar aunque sea 7 platos en la cocina.