
Con vacuna y sin voto
Mi madre estaba muy contenta, lamentando que no podría ir a votar el domingo próximo, porque continuaría aislada las siguientes 3 semanas.
Mi madre finalmente se ha vacunado contra el coronavirus. La primera dosis la recibió el pasado martes en las instalaciones de la Espol, en Guayaquil, de acuerdo al orden establecido en el -Plan Vacunar EC- del Ministerio de Salud Pública. No fue fácil acceder a la aplicación, pero finalmente lo conseguimos, teniendo paciencia y logrando registrarla en la página web una mañana casi a las 6. Por razones de trabajo no pude acompañarla en la cita, así que mi esposo la llevó, regresando a casa gratamente sorprendido de la organización y el servicio de las instalaciones de la Escuela Superior Politècnica del Litoral, en el norte de Guayaquil. La fila era relativamente corta y se movía rápido, me dijo. Había trato preferencial para los ancianos con bastones y sillas de ruedas y para hacer màs ágil el proceso, el familiar acompañante podía entregar los datos de los vacunados en ventanillas aledañas. Para la espera había sido habilitado el salón auditórium, con la obligatoriedad de usar mascarillas y respetar las distancias. Horas después, vía internet, llegó el certificado de la aplicación de la primera dosis. La cita para la segunda, le llegará en un nuevo mensaje.
Mi madre estaba muy contenta aquella tarde, solo lamentando que no podría ir a votar el domingo próximo, porque continuaría prácticamente aislada las siguientes 3 semanas. Sabe bien que para la tercera edad no es obligatorio el sufragio, (tiene 85 años) pero quisiera ir, porque eso de dejar que otros decidan el futuro, definitivamente no va con ella.
Es un encanto oírla argumentar contra el –voto nulo- y mejor ni hablarle del voto en blanco. Me pregunta regularmente por las encuestas y luego de oírme hace un gesto de desaprobación. No las cree. Tampoco entiende el Tik Tok y lo califica como -una ridiculez-.
Por tener nietos que defienden el medio ambiente y los derechos de los animales, me pregunta quien está ofreciendo soluciones en ese sentido. No puedo contestarle, porque ambos candidatos se han acercado a esas causas, no sé si genuinamente o por la presión mediática que ejercen esos colectivos de jóvenes. Mi madre los entiende y a la vez los critica: "A veces están más preocupados de los perros que de sus abuelos", dice en tono de reproche.
Cuenta historias dolorosas de ancianos que fueron grandes maestros, contadores, médicos, que sufren soledad y sobreviven con montepíos ínfimos o de las limosnas de sus familiares. Lamenta que no tengan cabida en asilos dignos o que vivan estrechamente, desamparados. Dice que en la vejez de los padres se conoce a los hijos, y acusa al Estado de estar en deuda con los mayores. Un estudio del Ministerio de Inclusión Econòmica y Social, MIES, ha revelado que el 44% de los adultos mayores en Ecuador ha sido víctima de matrato, abandono o despojo de su patrimonio.
Entre los ex empleados de los canales incautados, hay personas que murieron sin recibir sus liquidaciones. En el magisterio existen casos similares. Dentro del gremio de los médicos hay cientos de ellos muy mayores, esperando el saldo de sus liquidaciones. Ni qué decir de antiguos integrantes de la policía militar aduanera, con sentencias ordenando los pagos, que no se cumplen.
El Estado les debe dinero, reconocimiento, cuidado. Ahora mismo en pandemia, no se conocen planes de vacunar a los ancianos de zonas rurales y tampoco a los que no tienen acceso a internet, a un 'cyber' como se dice coloquialmente. No podemos esperar que todos consten en los registros del Seguro Social o del MIES. A eso se refería mi madre, cuando durante el proceso de vacunación preguntó –Está segura doctora que van a vacunar a todos los de mi edad?-
Inocular a todos los de su edad significaría destinar vacunas para 1 millón 300 mil personas, cifra de la tercera edad, según el Inec que ha establecido en 74 años el promedio de vida de los hombres en Ecuador, y en 80 años para las mujeres.
Los viejos son sabios y mi madre lo es, sin reconocerse vieja. Suele quedarse dormida en la novela, pero en los noticieros, nunca. Es fácil entender ahora el calibre de sus preguntas.