Año para no olvidar: héroes y frenteadores
Vivimos un año de olvido. En él sufrimos, lloramos y morimos tanto, por dolor, sufrimiento y llanto cotidiano, duro y amargo. Con momentos terribles.
Vivimos un año de olvido. En él sufrimos, lloramos y morimos tanto, por dolor, sufrimiento y llanto cotidiano, duro y amargo. Con momentos terribles. Efecto de unos políticos y partidos buenos para robar, malos para servir.
Evidenció flaquezas del Estado, funcionarios, etc. Fueron venas abiertas y sangrantes, heridas de 10 años de corrupción, prepotencia y control total del poder, sin crear una elemental red de salud pública, sin recursos, insumos y protección al personal. La COVID-19 arrasó con todo dejando horror, muerte y decenas de ladrones metidos en hospitales públicos. Nos cogió sin preparación ni dinero del gobierno, academia, centros de investigación que clausuró y cerró el correato (como el instituto Izquieta Pérez). Vimos el rostro tenebroso del dolor y horror del Carchi al Macará, del Pacífico a la Amazonía. Se recuperaron ciento de miles que sufren secuelas. Eran las cruces sobre Guayaquil, en casas, calles, hospitales y cementerios. Las cifras del MSP no son reales. Aún tienen subregistros. Al margen de cifras oficiales hay más de 60 mil muertos por la pandemia.
Fue su cara negativa. Hay otra: los funcionarios que no se escondieron o temieron el horror. Fueron los frenteadores: dos nombres quedaron, el del exvicepresidente Otto Sonnenholzner y el del exgobernador del Guayas Pedro Pablo Duart. Visitaron hospitales y constataron la dolorosa y miserable infraestructura. Recogieron quejas y protestas de médicos y enfermeras, llevados a una guerra sin armas, protección ni insumos. Pero aun así se la jugaron todo: verdaderos héroes de mandil blanco. Más de 300 murieron. Muchos de prestigio y valor: abuelos, padres, hijos, esposos y esposas que perecieron, sin embargo cumplieron responsablemente su deber. Los profesionales que salvaron sus vidas volvieron a sus puestos. Siguen en primera línea de combate. Todo el atado de políticos corruptos y figuretes no equiparan ni un cabello de esos hombres y mujeres que nunca olvidaremos.
A ellos el homenaje, tributo y agradecimiento permanente del país. También a policías, militares y bomberos, a la gente de limpieza que recogió los cadáveres que desbordaban los hospitales de Guayaquil y Ecuador. Esta es la historia real; un relato para recordar.