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Cáncer, Solca y su acción social

Avatar del Willington Paredes

En la gramática social de la vida y la supervivencia en los guayaquileños y ecuatorianos la palabra Solca (Sociedad de Lucha contra el Cáncer) desde hace 70 años es parte de su lenguaje histórico, del imaginario social y de la acción comunicativa del Ecuador de ayer y hoy, especialmente de los sectores pobres y desposeídos. Para ellos Solca es la lámpara maravillosa de la prolongación de su vida. Acuden a ella y la buscan porque saben que ahí está esa posibilidad.

Un médico guayaquileño, el doctor Juan Tanca Marengo, con mucha sensibilidad social entendió (por su inscripción en la tradición benéfica de algunos galenos de la ciudad), que tenía una tarea: luchar contra el cáncer. Él la asumió, por eso fundó Solca, como hospital que enfrente esta enfermedad para servicio de los sectores más desposeídos de Guayaquil y del país. Así, desde ayer al presente, Juan Tanca Marengo y Solca son un binomio de acción, entrega y servicio que todos los ciudadanos agradecen.

Quienes revisan la historia de este prestigioso galeno saben que el juramento de Hipócrates lo concretó en vida, acción y entrega cotidiana. De la misma manera ha venido operando la actividad incansable que despliega Solca para dar cabida y atender a todos los sectores sociales, sobre todo a los más pobres, afectados por situaciones graves de su salud, cuando se les diagnostica cáncer.

Si hay un lugar donde se va a encontrar una verdadera acción social, humanitaria, de entrega y servicio a toda la colectividad es en Solca. Médicos, enfermeras, especialistas, directivos se esmeran en ser y actuar como en émulos y seguidores del espíritu que movió al doctor Juan Tanca Marengo. Ahí hay centenares de ellos, que con su labor cotidiana y sus mandiles blancos están combatiendo los efectos tumorales en mamas, pulmones, intestinos, páncreas, útero, riñones, etc.

Para esta institución e integrantes siempre hay una tarea y horizonte: la acción constante y lucha permanente por combatir el cáncer en niños, mujeres, ancianos de Guayaquil y del país. Es que Solca, en sus 70 años de vida, sigue siendo el lugar donde pobres y clase media encuentra una posibilidad de alivio y una ruta para salvar o prolongar su vida. Por eso celebremos con júbilo sus siete décadas.