Xavier Flores Aguirre | La dolarización
Pero otros también supieron apreciar las ventajas de una economía dolarizada y del “desastre político y económico”
El economista estadounidense Robert J. Barro (Nueva York, 1944) publicó el año 2002 el libro Nothing is sacred (Nada es sagrado), que contiene un artículo en el que comentó la dolarización de la economía ecuatoriana en términos poco auspiciosos.
Para empezar, el economista Barro sostiene que, al momento de adoptar la dolarización el año 2000, el Ecuador había sido “un desastre político y económico por un buen tiempo”. Solo cabe añadir que lo sigue siendo.
Según este economista, especializado en macroeconomía, lo específico de la dolarización en el Ecuador fue que no ocurrió “como parte de un paquete económico coherente”. Se la puso en práctica a las apuradas, sin una adecuada planificación, en un momento de desesperación política (la aprobación popular del presidente Mahuad, anota Barro, había caído “por debajo del 10 por ciento”).
Desde esta perspectiva, el Ecuador se constituyó para Barro en un caso interesante, pues le ofrece a los economistas la posibilidad de analizar si una reforma como la dolarización “puede ser exitosa sin precondiciones, especialmente en prácticas bancarias y fiscales […] Por consiguiente, Ecuador es interesante porque ninguna de estas precondiciones existía”.
Así, el Ecuador resulta un caso interesante porque es un desastre institucional, un horroroso ‘freak’ latinoamericano. Y es por esto mismo (porque el Estado es un horroroso ‘freak’) que la dolarización le resultó tan atractiva a la población ecuatoriana, pues priva a los políticos ecuatorianos de la facultad para emitir una política monetaria y cambiaria, esto es, constituye una limitante a su desmesurada capacidad para la autodestrucción. La dolarización, en el Ecuador, es una celebración de la subnormalidad.
Esto lo supo ver el economista Barro en su artículo: “Un atractivo de la dolarización es que las políticas monetaria y cambiaria no dependen más de la inteligencia y la disciplina de las autoridades locales”. Creo que las alusiones a la inteligencia y disciplina en la frase citada se escribieron para su lectura en tono irónico.
Pero otros también supieron apreciar las ventajas de una economía dolarizada y del “desastre político y económico” que decía Barro. Así lo hicieron los grupos de delincuencia organizada (GDO) dedicados al lucrativo negocio de la producción y venta de drogas ilegales, quienes vieron en el Ecuador a un territorio muy atractivo, pues cumplía unos requisitos convenientes para el giro de su negocio.
Tenemos un Estado que es un desastre institucional, permeable a la corrupción y con una economía dolarizada, y por este último atributo su territorio presenta para los GDO (y así lo destaca el periodista Alexander Clapp en un artículo en The economist en el que consideró al Ecuador como el narcoestado más reciente del mundo) “oportunidades para blanquear ganancias ilícitas”. Todo sumado, ofrecemos a los GDO unas ventajas políticas y económicas que procuran la impunidad de sus actos y la rentabilidad de su negocio.
La dolarización es una gran ventaja comparativa para los GDO por la misma razón por la que se impuso hace un cuarto de siglo: porque el Estado del Ecuador ha sido un “desastre político y económico” por muchos años. Al menos, desde 1830.