Editorial: Hacia dónde vamos
Los gobernantes erróneamente piensan en un futuro corto y no hacia un futuro a largo plazo que le dé un objetivo
La planificación urbana es vital para visualizar las ciudades y el país dentro de diez, veinte o cincuenta años. Y eso es lo que les falta a las autoridades locales y nacionales, que no proyectan ni el crecimiento ni el desarrollo de los cantones que administran. No lo hacen porque sencillamente los gobernantes piensan primero en un futuro corto -que generalmente apunta a su reelección- y no hacia un futuro a largo plazo, marcado por un objetivo claro y un sentido de responsabilidad con sus localidades.
Tan palpable es la falta de visión y de proyección urbanística que son las invasiones y el desorden los que edifican los barrios. Mientras existan alcaldes que se jacten de llamar ciudades a las localidades que administran sin tener un apropiado sistema de recolección y tratamiento de la basura, o un verdadero sistema de agua potable y de alcantarillado sanitario y pluvial, nada cambiará en el corto y largo plazo.
La pregunta que deben hacerse, no solo las autoridades sino también los ciudadanos, es: ¿Hacia dónde vamos como ciudad y como país? Hay que exigir respuestas basadas en una planificación factible de los gobernantes, que marque el derrotero del crecimiento ordenado y sostenible, y que mejore la calidad de vida de sus habitantes y de los visitantes.