Editorial | Afectación ciudadana

Los gobiernos locales deben evitar el derroche de recursos

La calidad y la planificación de la obra pública son pilares fundamentales para garantizar el bienestar de la población y el buen funcionamiento de las ciudades. Sin embargo, cuando estas obras se ejecutan de manera deficiente o sin una visión clara, los efectos negativos repercuten directamente en los ciudadanos, quienes ven cómo su dinero, entregado a través de impuestos, se desperdicia en estructuras que deben ser demolidas o reconstruidas debido a fallos estructurales o errores de diseño y de planificación. Un claro ejemplo es la estación de la Metrovía en la avenida de Las Américas de Guayaquil, que está en demolición.

Más indignante aún resulta la falta de sensibilidad y planificación en la ejecución de estas obras, porque se ha vuelto habitual que los trabajos de construcción o mantenimiento se realicen en horarios que afectan gravemente la movilidad urbana, en lugar de llevarse a cabo durante la noche o los fines de semana, cuando el impacto sería menor.

La congestión afecta directamente a las actividades productivas, alargando el tiempo que las personas tardan en llegar a sus lugares de trabajo o a sus hogares. La falta de una estrategia adecuada demuestra una desconexión entre los responsables de la obra pública y las necesidades reales de la ciudadanía. Las autoridades locales deben asumir un compromiso serio con la transparencia, la eficiencia y la planificación responsable.