Editorial: Ni cien, ni diez

La situación del país no permite un descanso; exige la presencia y acción del Estado con toda su contundencia

El periodo de gracia de cien días que los pueblos dan a los mandatarios recién electos no es algo que la ciudadanía va a otorgar al presidente que ha sido reelegido, pues él simplemente debe continuar su gestión. La investidura del 24 de mayo es solo un formalismo que de ningún modo representa una fecha de arranque para recién entonces atacar los graves problemas que afronta Ecuador. La situación del país no permite un descanso; exige la presencia del Estado con toda su contundencia en el combate a las vacunas y secuestros extorsivos que no registran descenso. Requiere que se sienta la colaboración externa en la lucha contra el narcoterrorismo. Demanda la reconstrucción urgente de la red vial, la incorporación de nuevas fuentes de generación de energía con soluciones estructurales que garanticen la producción suficiente para cubrir el incremento anual de la demanda. Asimismo son impostergables la depuración del sistema de justicia y las reformas de la institucionalidad, y acabar con las mafias del sector de la salud.

Que el Gobierno, sin demora, ponga en ejecución su agenda, acorde al modelo económico-político que los ecuatorianos apoyaron mayoritariamente en la urnas. Que comunique paso a paso sus logros y evidencie cualquier boicot que impida su avance. La ciudadanía lo respaldará pero también le exigirá eficiencia en su gestión.