Editorial | Cinismo institucionalizado
Ya es parte del panorama de la política nacional. Lo es porque la sociedad lo permitió
El cinismo en el quehacer político está escalando de tal manera que ya es parte del paisaje. Ha estado presente en el Gobierno en su poco más de un año de gestión -paralelo al notorio interés por la reelección presidencial a como dé lugar- a través del conflicto de intereses. En ese saco comparten espacio los casos de Olón, la defensa de quienes desfalcaron al Instituto de Seguridad Social de la Policía Nacional, o al perdonar impuestos a empresas familiares, por citar algunos.
Sin embargo, la impronta del cinismo se viene evidenciando desde hace algún tiempo en una clase política con bajísimos niveles de dignidad, intensificándose en la actualidad. Para muestra, el nuevo vocal del Consejo de Participación Ciudadana, que grita a los cuatro puntos cardinales que ejercerá un trabajo independiente, sin presiones políticas, pero hace patente su cercanía a uno de los más nefastos líderes del socialismo del siglo XXI de la región. O un candidato vicepresidencial cuya postulación ahora acumula sombras y saca del armario otras calaveras guardadas.
El cinismo está institucionalizado en el país. Ya es parte constitutiva de la política nacional. Lo es porque la sociedad así lo permitió, porque se normalizó que hagan lo que les venga en gana sin consecuencias legales, de ser el caso, y sin repudio social, tratándose de actos inmorales.